La Coruña también es fundación de Hércules, como proclama su escudo, en cuyo motivo central figura la torre del siglo II que lleva su nombre. Ésta es, en realidad, un faro romano de navegación convertido en fortificación durante la Edad Media y restaurado en 1791.
Cuenta la leyenda hercúlea que el héroe llegó por mar a las cercanías de la futura ciudad de La Coruña, llamado por los subditos de Gerión, rey de Brigantium, que estaban hartos de pasar penalidades por su comportamiento y exacciones, pues los obligaba a entregarles la mitad de sus bienes y sus hijos. Vencerlo no fue tarea fácil, ni siquiera para Hércules, pues Gerión era un gigante alado formado por tres cuerpos completos unidos por la cintura. Para derrotarlo, le disparó desde su escondite una flecha envenenada con la sangre de la Hidra. Luego le cortó la cabeza, la enterró y edificó en aquel mismo lugar la torre que celebra su hazaña. De ahí que al pie del escudo coruñés figure una calavera.
Igonoro donde fueron a parar los tres cuerpos de Gerión y las dos cabezas restantes.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
Selección
domingo, 29 de julio de 2012
miércoles, 18 de julio de 2012
Hércules, Los Pirineos y Barcelona
Hércules y Pirene, una gentil doncella hija del rey Túbal, nieto de Noé, que reinaba en las montañas, tuvieron en el transcurso de los doce trabajos del héroe en Iberia — que le había encomendado Euristeo, rey de Micenas — una historia de amor. Esta se vio interrumpida por el fallecimiento inexplicable y repentino de la princesa. Y Hércules, enloquecido por el dolor, hizo chocar unas montañas contra otras por encima de los despojos de su amada, hasta formar una tumba inmensa, que constituyó la cordillera de los Pirineos.
Más tarde, agotado por la labor, decidió acercarse al mar a refrescarse y descansar. Así llegó a la montaña de Montjuich. Maravillado por la feracidad y belleza del valle que se abrió ante sus ojos, decidió erigir allí una ciudad cuando tuviera tiempo. Después de abrir el Jardín de las Hespérides, plantar las columnas que llevan su nombre y separar Europa de Africa, pudo afrontar dicha tarea.
Nueve naves llenas de gente escogida surcaron el Mediterráneo desde el oriente con destino a la planicie que Hércules había divisado tiempo atrás. Los temporales dispersaron los barcos y, aunque una nave se perdió y otra recaló en Marsella, lograron llegar a su destino. Allí encontraron a sus compañeros perdidos, ocupados ya en el levantamiento de la nueva urbe. Feliz por el acontecimiento y el hallazgo de aquellos a quienes tanto quería, Hércules decidió entonces llamarla «Barca-nona», pues era la novena barca la que se había extraviado en el camino.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
Más tarde, agotado por la labor, decidió acercarse al mar a refrescarse y descansar. Así llegó a la montaña de Montjuich. Maravillado por la feracidad y belleza del valle que se abrió ante sus ojos, decidió erigir allí una ciudad cuando tuviera tiempo. Después de abrir el Jardín de las Hespérides, plantar las columnas que llevan su nombre y separar Europa de Africa, pudo afrontar dicha tarea.
Nueve naves llenas de gente escogida surcaron el Mediterráneo desde el oriente con destino a la planicie que Hércules había divisado tiempo atrás. Los temporales dispersaron los barcos y, aunque una nave se perdió y otra recaló en Marsella, lograron llegar a su destino. Allí encontraron a sus compañeros perdidos, ocupados ya en el levantamiento de la nueva urbe. Feliz por el acontecimiento y el hallazgo de aquellos a quienes tanto quería, Hércules decidió entonces llamarla «Barca-nona», pues era la novena barca la que se había extraviado en el camino.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
jueves, 12 de julio de 2012
Hércules y Sevilla
A la dinastía Heráclida sucedio en el gobierno de Hispania la de los Atlantes. Antes de ocuparme de ella, pasaré una breve revista a algunas leyendas relacionadas con los ciudades fundadas por Hércules y sus sucesores.
Empiezo por Sevilla.
Cuenta la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio que unos seiscientos años antes de Cristo, en una de sus incursiones por el curso superior del río Betis, Hércules indicó dónde se situaría Sevilla erigiendo un dolmen con seis enormes columnas, que delimitaron el perímetro de la futura urbe. En cada una de ellas escribió un principio virtuoso que debía gobernarla, y así surgieron las consagradas al amor, el impulso, la armonía, la gracia, la sabiduría y la belleza. En la última reprodujo su propia imagen, a fin de ser recordado por quienes la habitaran.
Los fenicios rindieron culto a Hércules, pero los romanos, más ingratos, fueron olvidándolo hasta que en el año 45 Julio César quiso apoderarse por completo de su gloria, pues refundo Sevilla con el nombre de «Julia Romula Hispalis». Quizá para contentarlos, concedió a sus vecinos la valiosa ciudadanía romana.
Como la historia es siempre justa, en el año de Nuestro Señor de 1578, durante el reinado de Felipe II, el conde de Barajas abrió la Alameda de Hércules para entretenimiento y paseo de sus pobladores, y dispuso en sus extremos sendas estatuas de Julio César, el restaurador, y del propio Hércules, el fundador, a fin de que ambos fueran celebrados por los sevillanos, que tanto les deben.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
Empiezo por Sevilla.
Cuenta la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio que unos seiscientos años antes de Cristo, en una de sus incursiones por el curso superior del río Betis, Hércules indicó dónde se situaría Sevilla erigiendo un dolmen con seis enormes columnas, que delimitaron el perímetro de la futura urbe. En cada una de ellas escribió un principio virtuoso que debía gobernarla, y así surgieron las consagradas al amor, el impulso, la armonía, la gracia, la sabiduría y la belleza. En la última reprodujo su propia imagen, a fin de ser recordado por quienes la habitaran.
Los fenicios rindieron culto a Hércules, pero los romanos, más ingratos, fueron olvidándolo hasta que en el año 45 Julio César quiso apoderarse por completo de su gloria, pues refundo Sevilla con el nombre de «Julia Romula Hispalis». Quizá para contentarlos, concedió a sus vecinos la valiosa ciudadanía romana.
Como la historia es siempre justa, en el año de Nuestro Señor de 1578, durante el reinado de Felipe II, el conde de Barajas abrió la Alameda de Hércules para entretenimiento y paseo de sus pobladores, y dispuso en sus extremos sendas estatuas de Julio César, el restaurador, y del propio Hércules, el fundador, a fin de que ambos fueran celebrados por los sevillanos, que tanto les deben.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
Etiquetas:
Hércules,
Julio César,
Sevilla
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