Entre los valores patrimoniales que, en múltiples facetas, conserva por su territorio distribuidos la provincia de Guadalajara, debemos anotar, aunque sea brevemente, el importante capítulo de la arquitectura negra que llaman, localizada en la serranía del Ocejón, enclaustrada en unos estrechos y hermosos valles de alta montaña, en los que el modo popular de construir se ha mantenido y es, a demás, netamente diferente a todo lo que puede verse en el resto de la provincia.
Esta arquitectura negra toma su nombre del oscuro color de los materiales empleados en la construcción de sus edificios. La encontramos en los pueblos del llamado Concejo del Campillo: Majaelrayo con Campillo de Ranas, más Campillejo, El Espinar, Roblelacasa y Robleluengo. Este amplio valle está formado geológicamente por una amplia veta de pizarra del Ordoviciense que aflora a superficie, dando al paisaje sus típicas características, y abundante material de construcción a las gentes de estos lugares.
Sus edificios, de características gigantescas, de aspecto macizo, presentan un color típico por la mampostería pizarrosa, oscura, de los muros, y las lajas de pizarra utilizadas en la cubierta. Se componen de planta baja destinada a la vivienda, con corral precedente o anejo, y un piso superior, bajo la cubierta, destinado a pajar, o no utilizado. La dura climatología de la zona condiciona claramente las construcciones: así como los poblados se sitúan en las laderas orientadas al sur, la propia arquitectura tiende a ofrecer espacios reducidos, fáciles y rápidos de calentar, siendo sus huecos de puertas y vanos de ventanas muy pequeños. En la planta baja, es quizás la cocina el elemento esencial y protagonista de la casa toda: es la que calienta el hogar, y centra la vida, pues allí surge la comida. La campana de la chimenea suele ocupar toda la habitación, y alrededor del fuego se disponen escaños, bancos corridos de fábrica y estantes. En ocasiones se abre el horno familiar junto a esta chimenea. Completa la planta baja un zaguán de entrada, algún cuarto trastero y paso a la cuadra. Por unas escaleras muy estrechas se asciende a la planta alta donde están los dormitorios, muy reducidos también, consistiendo a veces en simples nichos que sólo albergan la cama. En lo más alto del edificio hay «sobrados» donde se almacena el grano y productos agrícolas a los que se quiere tener alejados de la humedad.
Los muros son de gruesa mampostería, pizarrosa, revocados de blanco al interior de la vivienda, pero desnudos al exterior. Los edificios destinados a cuadras, establos, pajares, etc., son independientes de los destinados a viviendas, y suelen estar anejos a ellas, o aun formando conjuntos propios en las afueras del pueblo. En este sentido, son magníficos de visitar los que aparecen en un pueblo de comarca cercana, en Bustares.
Las puertas de las viviendas están adinteladas con cargaderos de madera, lo mismo que las ventanas. Estas puertas suelen encontrarse protegidas con un pequeño soportal formado por el vuelo de la cubierta, sostenido por pies derechos de madera, o pequeño tejaroz. La entrada se protege con puerta de madera de una o dos hojas, una de las cuales se encuentra dividida a veces horizontalmente en dos mitades que pueden abrirse de modo independiente. La cubierta es amplia, a dos vertientes aunque en ocasiones se achaflana en el hastial principal, dando un tejado a tres aguas. Algunas chimeneas son enormes, estando construidas al interior por un hogar acostado y gran campana sin embocadura.
En el exterior de algunos edificios se observa la presencia de un volumen semicilíndrico que corresponde al horno de cocer el pan. En otros se suelen encontrar, empotradas en el resto del material pizarroso oscuro, algunas piedras calizas blancas formando líneas, cruces o figuras geométricas.
Como ejemplos de conjuntos auxiliares, en Campillo se ven algunas taínas en hilera, con un espacio abierto frente a ellas, limitado por vallas paralelas de alrededor de metro y medio de altura, normales a la línea de fachada. Las cercas que delimitan las propiedades rurales, los pradillos y huertos, son también muy específicas del entorno. Se emplea también el elemento constructivo básico: la pizarra, en lajas verticales, con muros de mampostería, mezclando diversas fábricas, dando un relieve singular a la distancia serrana, valorando aún más su paisaje humano y riente.
Todavía debe reseñarse como muy curioso el sistema de composición de las cubiertas, en que el caballete está formado por lajas entrecruzadas, volando cada una sobre el faldón, contiguo, y presentando una clara ordenación de las lajas, de menor a mayor, desde el caballete al alero.
Realmente es riquísimo, extraordinario, único en España, el grupo de estos pueblos o núcleos del Concejo de Campillo de Ranas en cuanto se refiere a arquitectura popular rural, constituyendo el grupo de la arquitectura negra que debe ser conservado en todo lo posible, por las características de pureza y aislamiento de la misma. Y quizás solamente será posible esta defensa, no por leyes o disposiciones concretas, por reglamentaciones o prohibiciones que a nada práctico conducen, sino por la toma de conciencia clara que de este tema deben hacer en los propios pueblos. En gran parte ha sido así, pero aún hay en aquella comarca propietarios que de vez en cuando «parchean» sus cubiertas pizarrosas, deterioradas, con «Uralita» y otros materiales sintéticos, que son la «antítesis» de su tradición y presencia humana. Es, en definitiva, patrimonio de todos, y de todos es la tarea de su defensa.
Herrera Casado