¡San Esteban, San Esteban,
San Esteban de Gormaz!,
Hay en tu historia una página,
que no se debe olvidar
Doña Elvira y doña Sol,
dos modelos de bondad,
eran las hijas queridas
de Rodrigo el de Vivar.
Las casaron en Valencia,
en magna solemnidad,
con dos hombres cuyos nombres
no quisiera mencionar,
por cobardes, por traidores,
por que con ruin falsedad
de Valencia las sacaron
so pretexto de admirar
las bellezas que posee
Carrión, su pueblo natal.
Las sacaron de Valencia…
y, cuando iban a llegar
a esta tierra -tierra noble,
de honor y de lealtad
las dejan abandonadas
en medio de un robledal
tras de haberlas insultado
y azotado sin piedad
Su primo Félez Muñoz
las recoge; y sin tardar
las conduce a San Esteban
donde hallan consuelo y paz.
¡Muchas gracias, San Esteban,
San Esteban de Gormaz!
Tú curaste sus heridas;
tú les diste lumbre y pan;
tú mitigaste sus penas
con amor de caridad;
y cuando, restablecidas,
decidieron retornar
al abrigo generoso
del regazo maternal
despidiéndolas con lágrimas,
las quisiste acompañar
hasta Río del Amor
con entusiasmo cordial.
Entusiasmo, amor, finezas,
que no se olviden jamás.
¡Bien se ve que eres Castilla,
San Esteban de Gormaz!"
Por Pedro Gamo
San Esteban de Gormaz!,
Hay en tu historia una página,
que no se debe olvidar
Doña Elvira y doña Sol,
dos modelos de bondad,
eran las hijas queridas
de Rodrigo el de Vivar.
Las casaron en Valencia,
en magna solemnidad,
con dos hombres cuyos nombres
no quisiera mencionar,
por cobardes, por traidores,
por que con ruin falsedad
de Valencia las sacaron
so pretexto de admirar
las bellezas que posee
Carrión, su pueblo natal.
Las sacaron de Valencia…
y, cuando iban a llegar
a esta tierra -tierra noble,
de honor y de lealtad
las dejan abandonadas
en medio de un robledal
tras de haberlas insultado
y azotado sin piedad
Su primo Félez Muñoz
las recoge; y sin tardar
las conduce a San Esteban
donde hallan consuelo y paz.
¡Muchas gracias, San Esteban,
San Esteban de Gormaz!
Tú curaste sus heridas;
tú les diste lumbre y pan;
tú mitigaste sus penas
con amor de caridad;
y cuando, restablecidas,
decidieron retornar
al abrigo generoso
del regazo maternal
despidiéndolas con lágrimas,
las quisiste acompañar
hasta Río del Amor
con entusiasmo cordial.
Entusiasmo, amor, finezas,
que no se olviden jamás.
¡Bien se ve que eres Castilla,
San Esteban de Gormaz!"
Por Pedro Gamo
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