Cuenca, 1595. Eran las fiestas de canonización del Santo Obispo San Julián, la ciudad estaba engalanada para este acontecimiento y sus gentes derrochaban alegría y vitalidad. La Plaza mayor era el punto de reunión y donde se presenciaban los diferentes juegos y donde todo el mundo hablaba y lo pasaba bien.
También estaban entre la multitud los hermanos Diego y Fernando Carrilla y Alarcón. Hermanos gemelos e increíblemente parecidos. Eran guapos y valientes, elegantes y diestros con la espada y la monta de sus caballos. D. Diego era muy religioso, sencillo y muy tranquilo. Por el contrario, D. Fernando tenía más picardía y le gustaba alternar con la gente y sobre todo con las cortesanas. Ese mismo día a la salida de la Catedral Dª Beatriz de Sandoval, una joven hermosísima, huérfana por parte de madre y con el padre fuera de España, era acompañada por la dueña a su casa en la plaza de San Nicolás. El joven D. Diego se quedó prendado de la joven, y Dª Beatriz igualmente de D. Diego. Por ello no faltaron ni un día a las misas de la catedral en las cuales cautivamente cruzaban sus miradas de forma prudente pero premeditada. Y más aún, se pasaban cartas de amor utilizando a la dueña como intermediaria. En una última carta Dª. Beatriz escribía: " Si hay un pañuelo en la reja esperad. Si no está, volved más tarde".
La dueña queriendo entregar esta carta al señor D. Diego, y a causa del parecido entre los hermanos, la entregó a D. Fernando que también estaba enamorado de Dª. Beatriz.
Esa misma noche en la reja se juntaron Dª. Beatriz y D. Fernando, y también en esa misma noche pasó por San Nicolás D. Diego. Viendo el pañuelo en la casa de su amada y unas sombras sospechosas saco su espada y arremetió contra el caballero que se despedía de la bella dama. La lucha fue muy igualada, pero termino con un fratricidio. Don Diego se acerco para ver a su contrincante malherido y vio que era su hermano Fernando.
Cogiendo su caballo y a todo galope huyo por la calle Alfonso VIII, después la calle Andrés de Cabrera y saliendo de la ciudad por la puerta de San Juan llego hasta las orillas del río Júcar, Don Diego castigaba a su caballo para cruzar el verde río, y el caballo se negaba por la gran fuerza del agua, pero al fin a fuerza de golpes el caballo se decidió.
La corriente hizo que fuera imposible llegar a la otra orilla e hizo que el caballo muriera al golpearse contra una roca en medio del cauce.
Esa roca a partir de ese día se llamó la roca del caballo. Don Diego por el contrario con grandes esfuerzos logró volver a la orilla cayendo desmayado. Pasaron los meses en la ciudad de Cuenca, pudiéndose oír comentarios sobre el señor D. Diego el cual se dice que entró en un convento. Y don Fernando recuperado milagrosamente de la herida fatal se casó con Dª. Beatriz Carrillo de Alarcón. Nadie supo nunca los hechos reales de esta historia de amor, menos la luna de Cuenca, el Río y la ROCA DEL CABALLO.
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