Antes de Tartessos hubo en el sur de la Península un rey poderoso llamado Gárgoris, un hombre benéfico que inventó el arte de recoger la miel. Este rey tenía una única hija que concibió a destiempo, según unas versiones porque la violaron y según otras porque su padre la sedujo. Sea como fuera, Gárgoris entregó el nieto a unos criados para que lo abandonaran en el monte. Sin embargo, las alimañas, más compasivas que los hombres, lo adoptaron, lo amamantaron como uno más de la manada, y el niño creció sin peligro. Gárgoris ordenó a sus criados que lo arrojaran a los perros hambrientos y a los cerdos, pero los animales respetaban al niño e incluso lo cuidaban. Finalmente, ordenó que lo Írrojaran al mar, pero las olas lo devolvieron sano y salvo a una playa. Allí lo encontró una cierva y lo amamantó.
El niño creció con la maravillosa agilidad de los ciervos y vivió entre ellos hasta que cayó en la trampa de unos cazadores. Los captores, al comprobar que se trataba de un niño criado entre animales, lo condujeron ante el rey.
Habían pasado algunos años, pero Gárgoris reconoció inmediatamente a su nieto. Admirado de que hubiese sobrevivido a todos los peligros, lo que evidentemente indicaba que los dioses lo protegían, lo adoptó como heredero y sucesor.
El niño, Habis, creció hasta convertirse en un hombre y cuando le tocó reinar fue un gran gobernante. A él se atribuía la invención de la agricultura porque enseñó a su pueblo a uncir los bueyes y a sembrar.
Además introdujo prudentes reformas sociales, abolió la servidumbre, prohibió a los maridos golpear a sus esposas y dividió a su pueblo en siete ciudades, que administró sabiamente hasta su muerte, dejando a sus sucesores un Estado consolidado y próspero.
(según Juan Eslava Galán en España insólita y misteriosa)
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