San Fausto era natural del pueblo de Alguaire, en la provincia de Lérida, y en una batalla -nadie dice cuál ni cuándo - fue hecho prisionero por ios sarracenos, que le llevaron esclavo a África, donde se convirtió en esclavo de un poderoso señor.
Con él y en su casa, aprendió los secretos de la agricultura y, siendo un fervoroso cristiano, consiguió al cabo del tiempo convertir a su amo, que por ello le concedió la libertad y le regaló un hermoso caballo para que regresara a su tierra.
La vida de san Fausto en Alguaire fue la de un auténtico maestro, pues pasó el resto de su existencia enseñando a sus convecinos y a todas las gentes del contorno aquellas artes de la agricultura que habia aprendido en tierra de moros. Al mismo tiempo, con su fe, logró también que aquellos campesinos en ciernes fueran mejores y más piadosos.
Ya muy viejo, san Fausto sintió cercana la hora de su muerte. Todos pensaban en oficiarle fabulosos funerales y enterrarle en la iglesia del pueblo, pero el moribundo llamó a sus más allegados y les conminó a que cumplieran escrupulosamente sus deseos: Después de su muerte, pondrían su cuerpo sobre su caballo y dejarían que el Señor le llevase donde quisiera: en el lugar en el que el caballo se detuviera.
allí le enterrarían.
Muerto el santo varón, cumplieron su último deseo y el pueblo entero siguió al corcel, ya muy viejo, que con su preciosa carga se puso en camino, atravesando ríos y montes y tierras catalanas, aragonesas, castellanas y navarras. Llegado al obispado de Calahorra, el caballo se arrodilló tres veces: de su primera genuflexión nació una fuente, la segunda está marcada sobre una roca, la tercera y última la hizo en el lugar exacto donde ahora se levanta la iglesia de Bujanda. Allí mismo murió desfallecido y el pueblo supo que aquel era el lugar que la providencia había destinado para sepulcro de su santo maestro. Allí fue enterrado y allí se construyó una iglesia sobre la tumba que ocupaba.
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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