lunes, 1 de diciembre de 2014

A costa da morte - Fisterra

Leyendas transmitidas de padres a hijos, entre susurros, en las largas noches de invierno, cuando los temporales impiden a los barcos salir a faenar. ¿Porqué este tétrico nombre?
Existen diversas teorías. Algunos creen que se debe a la fuerza del mar contra estas abruptas costas que no tiene piedad ni con barcos ni con hombres. El fondo de sus aguas es un enorme camposanto, un cementerio azul para cientos de marinos.
Otros, dicen que era por la creencia de que al ser el Fin del Mundo, ahí estaba la frontera con la Muerte.
Interpretaciones más esotéricas nos hablan del ancestral Camino de las Estrellas, hoy Camino de Santiago, que terminaba en Finisterrae y por donde antiguos caminantes celtas llegaban de toda Europa al lugar donde el Sol moría cada día para renacer a una nueva vida de Luz.
Pero entre las mil y una explicaciones, hay una terrorífica que se enmarca en la tradición mitológica celta y se desconoce a que épocas se remonta. Es evidente que esta historia o leyenda de la "Costa da Morte" tuvo que originarse en tiempos remotos, en fechas en las que no existían en las costas cercanas faros de navegación, o acaso, sólo uno, el ubicado en la llamada Torre de Hércules de A Coruña.
Eran tiempos lejanos, donde tal vez, las dos únicas señales marítimas posibles, fueran la ancestral costumbre de hacer sonar con sus soplidos las caracolas de mar en los días de niebla y las pequeñas hogueras que las mujeres encendían en los cabos y atalayas para señalar a sus hombres el camino de regreso a tierra.
La llamada leyenda de a "Costa da Morte" se sustenta en un hecho real, el excesivo número de hundimientos que verdaderamente se han dado a lo largo del litoral, culpabilizando de ello, a los nativos de la región.
La leyenda cuenta que en las noches de temporal y de poca visibilidad, cuando las lluvias tempestuosas o las brumas impedían a los navegantes avistar la costa, pequeños grupos de paisanos acudían con sus bueyes a pasearlos por los límites de los cabos, colgaban de los cuernos de las bestias pequeños faroles encendidos que simulaban, con el andar cansino de los animales, el balanceo de las luces de otras embarcaciones navegando. Los patrones de los buques que cruzaban la costa, al confundir la luz de estas farolas con la luz de alguna otra embarcación que navegaba más a tierra y a mayor resguardo de la tempestad, optaba por imitarla, aproximándose ellos también a la costa, cayendo en una trampa mortal, y precipitándose inevitablemente contra los escollos. En pocos minutos el barco engañado estaba perdido, aprovechando entonces la turba de lugareños para saquearlo y si fuera preciso, asesinar a los atemorizados e indefensos náufragos. Otras versiones más benévolas y menos siniestras, ubican a los piratas, tras provocar los hundimientos, en las playas interiores de las rías, esperando pacientemente a que las corrientes marinas se encargaran de transportar hasta la orilla el ansiado botín.
Lo que haya de verdad en esta historia, jamás lo sabremos, pues nadie ha reconocido nunca haber participado en tan horrendos hechos, que pertenecen a la leyenda negra de la Costa da Morte. También es verdad que multitud de náufragos han sido rescatados por los marineros del lugar, en condiciones extremas y arriesgando heroicamente sus vidas.

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