Resumiendo, podemos decir que los repujados de los «sapos» y «galápagos» de las mujeres gallegas, navarras y aragonesas; las cuentas de collar, medallones y botones con repujados o bolitas superpuestas, o los «canutillos» y «garretes» de filigrana o con releves de los collares salmantinos, maragatos y extremeños; los cordoncillos de filigrana de las joyas cordobesas; los repujados de los collares y «emprendáis» ibicencos; los damasquinados, nielados e incrustados de las joyas toledanas; las técnicas en que están labradas tantas cruces y medallas, tantos relicarios y amuletos, son las mismas de las de las joyas que hicieron y usaron nuestros antepasados los tartessos, los iberos y los celtas. Podemos afirmar que la orfebrería popular hispana es, sin duda, de lo más tradicional y autóctono.
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
Selección
viernes, 24 de julio de 2015
Orfebrería popular española
Por lo que a España se refiere, las joyas populares nos
hablan muchas veces de antecedentes e influencias que se remontan con
frecuencia a tiempos prehistóricos y de la Edad del Hierro. Tienen, por
ejemplo, las piezas de oro y plata con filigrana de abultados repujados de León
y Salamanca indudable parentesco con la técnica de los tesoros de La Aliseda y
de El Carambolo, o con las diademas torques celtibéricos del oeste de la
Península; toda la orfebrería cordobesa de filigrana calada de cadenillas
recuerda la de la diadema de Javea, de indudable origen hispano aunque con
clara influencia de las técnicas del Mediterráneo oriental; los pendientes de
las mujeres catalanas y aragonesas presentan sus piedras en cabujones al modo
de la orfebrería visigoda y asturiana, como son las coronas de Guarrazar o las
cruces de Alfonso III y de los Ángeles de Oviedo, etc.
Resumiendo, podemos decir que los repujados de los «sapos» y «galápagos» de las mujeres gallegas, navarras y aragonesas; las cuentas de collar, medallones y botones con repujados o bolitas superpuestas, o los «canutillos» y «garretes» de filigrana o con releves de los collares salmantinos, maragatos y extremeños; los cordoncillos de filigrana de las joyas cordobesas; los repujados de los collares y «emprendáis» ibicencos; los damasquinados, nielados e incrustados de las joyas toledanas; las técnicas en que están labradas tantas cruces y medallas, tantos relicarios y amuletos, son las mismas de las de las joyas que hicieron y usaron nuestros antepasados los tartessos, los iberos y los celtas. Podemos afirmar que la orfebrería popular hispana es, sin duda, de lo más tradicional y autóctono.
Resumiendo, podemos decir que los repujados de los «sapos» y «galápagos» de las mujeres gallegas, navarras y aragonesas; las cuentas de collar, medallones y botones con repujados o bolitas superpuestas, o los «canutillos» y «garretes» de filigrana o con releves de los collares salmantinos, maragatos y extremeños; los cordoncillos de filigrana de las joyas cordobesas; los repujados de los collares y «emprendáis» ibicencos; los damasquinados, nielados e incrustados de las joyas toledanas; las técnicas en que están labradas tantas cruces y medallas, tantos relicarios y amuletos, son las mismas de las de las joyas que hicieron y usaron nuestros antepasados los tartessos, los iberos y los celtas. Podemos afirmar que la orfebrería popular hispana es, sin duda, de lo más tradicional y autóctono.
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