Viajando Fernando VII por el Principado de Cataluña hubo de apearse en casa de un rico labrador, donde le tenían dispuesto un almuerzo regio.
Fernando celebró mucho los manjares y sobre todo el vino, que calificó del mejor que en su vida hubiese bebido.
—Pues... todavía —dijo el labrador—, todavía tengo vino mejor.
Picóse el rey de aquellas palabras y replicó: —Pues... sin duda lo guardas para alguien que valga más que el rey.
—Ya se ve que sí —dijo con aplomo el labrador; lo guardo para las misas.
Carlos Fisas
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