El general Moriones, procedente del campo republicano y de ideas un tanto avanzadas, presentóse en cierta ocasión a Alfonso XII. Temía el general la presencia del rey, que conocía perfectamente los antecedentes revolucionarios de Moriones, así que al comparecer ante el soberano exclamó:
—Señor, yo no puedo ocultar que he hecho toda mi carrera en la revolución.
—¿Qué era usted en 1868? —preguntó el rey.
—Capitán, señor.
—Pues poca carrera ha hecho usted —replicó don Alfonso— comparándola con otras y, sobre todo, con la mía. Yo en 1868 era soldado raso y ahora me encuentro de capitán general.
Carlos Fisas
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