Los Corrales no eran más que pequeños corrales o patios traseros formados por una o varias casas colindantes, pero sembraron la simiente de dos grandes teatros madrileños.
Viajemos en el tiempo y situémonos en un nuevo barrio que surge junto a la entonces plaza del Arrabal -la actual Plaza Mayor-. Corría el año 1574 y la moda de las representaciones teatrales va cobrando fuerza en un Madrid ávido de arte dramático. Por aquel entonces, la mayoría de estos corrales estaban en manos de cofradías. Y es que para obtener recursos con los que mantener sus hospitales recurrieron a montar escenarios donde representar piezas teatrales.
Así lo hacían las cofradías de la Sagrada Pasión y de la Soledad, que costeaban su piadoso trabajo con parte del precio de las entradas a esos espectáculos -la sisa-. Aunque ambas cofradías tuvieron más de una pelea, finalmente llegaron al acuerdo de repartirse los beneficios de la explotación de todos los corrales de comedias de la ciudad.
Comencemos por el situado en la plaza de Santa Ana semiesquina a la calle del Príncipe y alquilado a la señora Isabel Pacheco, de la que toma su nombre: el Corral de la Pacheca. Una de la primeras referencias que se recogen en los libros nos lleva al 5 de mayo de 1568, fecha en la que la compañía de Alonso Velázquez representa por primera vez una comedia -después se sucederían en este espacio obras de Calderón de la Barca y Lope de Vega-. En este solar, escaso de comodidades, el escenario estaba formado por bancos sostenidos por diversas tablas y dos cortinas, una de fondo y otra de telón. Lo que debería ser el patio de butacas no era tal -sin asientos ni toldos- y el público debía estar a pie. Sin embargo, poco parecía importarles a los conocidos como «mosqueteros», público más dedicado a hacer ruido que a seguir la obra. No en vano, acudían con carracas, pitos o cascabeles que hacían sonar provocando gran alboroto. A veces, incluso, si no les gustaba el sainete de turno, lanzaban a los actores objetos con mal olor.
A las mujeres les estaba reservado un lugar al final del patio, la «cazuela», una galería independiente. Con el tiempo y la mejora de ganancias, se fueron construyendo gradas de madera a lo largo de los muros. Existía otro tipo de localidad, los desvanes, en el segundo piso.
Para entretener al público, las representaciones no tenían descanso -duraban unas dos horas- y se celebraban los domingos por la tarde y los días de fiesta. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a realizarse también los martes y jueves, menos durante las Pascuas.Empezaban a las 2 de la tarde en los meses de octubre a abril; a las 3 durante la primavera, y a las 4 en verano.
Aunque no solían contar con techos -lo que provocaba la suspensión de la obra los días de lluvia-, en 1574 la compañía italiana de Alberto Ganassa puso un techo en el Corral de la Pacheca y un toldo para proteger del sol y para representar escenas nocturnas.
Con el tiempo siguió sufriendo modificaciones hasta convertirse, primero en el Teatro Príncipe y luego en el actual Español, el único teatro de España cuya ubicación coincide con el que tuvo el corral de comedias del que surgió.
¿Pero que pasó con el popular corral de la Cruz? Según relataba Francisco Azorín en su libro «Leyendas y anécdotas del viejo Madrid», fue inaugurado en 1579 por la hermandad de la Cruz o del Cristo de la Piedad. Como el corral de la Pacheca, estuvo descubierto hasta el año 1743, fecha en que el arquitecto Sachetti construyó el primer edificio. Posteriormente, Pedro de Ribera reformó el edificio que, finalmente, fue derribado en 1859.
Tras la adquisición de varias casas en esa misma ubicación, en 1583 se inauguró el Corral del Príncipe, nombre tomado de la calle en la que se sitúa. Casiano Pellicer comenta: "En 21 de septiembre, día de San Mateo, año de 1583, representó Vázquez y Juan de Ávila en el teatro del Príncipe, que es el primer día que se representó en él,
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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