Y es que Ordesa es impresionante con sus grandiosas y especiales paredes calcáreas amurallando bosques, ríos y espacios. Bosques de hayas, pinos y abetos, árboles enormes, altos y viejos, retorcidos y tiesos que cobijan varias especies de fauna autóctona.
El haya y el pino silvestre forman en el valle de Ordesa un matrimonio muy original porque su imagen es tan diferente y sus El VALLE DE ORDESA sugiere entrar despacio, mirando con precisión a las descomunales montañas de piedra destrozada colgadas por encima de los bosques. Montañas únicas de paredes escalonadas y fragmentadas en varios pisos para definir tamaños y dimensiones; después, cuando se presenta la oportunidad de situar la mirada en esas terrazas de alturas desproporcionadas para otear el paisaje modelado por glaciares y vientos helados, los árboles del valle aparecen fusionados en una mullida alfombra verde extendida en una gran habitación de paredes de piedra y techo de cielo.
Y es que Ordesa es impresionante con sus grandiosas y especiales paredes calcáreas amurallando bosques, ríos y espacios. Bosques de hayas, pinos y abetos, árboles enormes, altos y viejos, retorcidos y tiesos que cobijan varias especies de fauna autóctona.
El haya y el pino silvestre forman en el valle de Ordesa un matrimonio muy original porque su imagen es tan diferente y sus
costumbres tan dispares que siempre, en cualquier época y temperatura, enseñan curiosos contrastes. Las copas de los pinos mantienen pintado de verde profundo las laderas de las montañas durante todo el año, mientras que las hayas, coquetas y frivolas, con los cambios de estación se visten y desvisten enredando de tonos multicolores las masas forestales. El tronco del pino es tieso y erguido, y enseña con ansia el anhelo por despuntar sobre los demás árboles; en cambio, las retorcidas hayas no saben hacia dónde apuntar, ellas no buscan llegar al cielo, todo lo contrario, su misión es cubrir con las ramas todo el espacio posible para aislarse plenamente del exterior. En Ordesa nunca hay sequía, ni siquiera en verano que es la temporada de los grandes aguaceros. El valle del Arazas es la zona con más precipitaciones de toda la cordillera de los Pirineos y el agua, el hielo o la nieve siempre están presentes en sus bosques y en las cumbres de sus montañas. Tanta presencia de humedad y alimento para los seres vegetales es la causante de la grandeza y vistosidad de las masas forestales del valle de Ordesa.
Desde el aparcamiento salen varios senderos hacia el interior del valle, y todos ellos son fascinantes para una emboscada entre las murallas calcáreas del Tozal de Mallo, los techos del espolón del Gallinero o la soberbia pared de La Fracucata. Llegar hasta la afamada Cola de Caballo en el circo de Soaso, ejemplo único de erosión fluvial sobre rocas calcáreas, puede ser la primera visita obligada, y volver por la senda de los Cazadores completaría una excursión excelente.
Al hablar de Ordesa y de sus caminos maravillosos es necesario nombrar el que puede ser, especialmente en primavera, el sendero más bello y alucinante de todas las montañas españolas, el popular camino que recorre la Faja de las Flores. Con un buen mapa excursionista de la zona se localiza enseguida entre los circos de Carriata y Cotaturo. También hay que avisar que requiere experiencia para moverse por la montaña, al menos alguien del grupo, y una preparación física básica. La unión de los dos circos se lleva a cabo por un estrecho camino muy aéreo y vertiginoso, que discurre sobre los bosques del valle atravesando prados de festucas plagados de flores de edelweiss.
(Juan José Alonso)
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