A espaldas de la posesión de Barrionuevo había un enorme corral destinado a la cría de gallinas.
A pesar de la gran cantidad de aves que allí había, cada mañana se detectaba que faltaban unas cuantas y se atribuía a que alguna garduña saltaba la tapia por las noches y se las llevaba.
Fue entonces que descubrieron un agujero por donde, supuestamente, alguna alimaña entraba para robar y decidieron colocar un lazo bien disimulado para dar caza al ladrón.
Aquella noche, esperando todos escuchar el graznido de una alimaña, oyeron espantados que gritaba una persona. Un joven de unos trece años que murió asfixiado sin que pudiesen hacer nada por él. Allí quedó el cuerpo sin vida del muchacho hasta que pasados tres días la Justicia lo traslado al pórtico de la iglesia de Santa Cruz, donde entonces se colocaban los cadáveres para su identificación.
Durante el tiempo que estuvo el malogrado niño tendido en el corral los curiosos que pasaban por allí exclamaban: -¡Mira, esa era la garduña que robaba las gallinas!-
Y así fue que la calle adquirió ese nombre hasta que más tarde fue cambiado por el del poeta y crítico Federico Balart.
(Historia urbana de Madrid)
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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