Todos los habitantes de Peñas están de madrugada, a
despedirle. La imagen del Cristo es una especie de ataúd de madera en forma de
cruz y con él sobre los hombros, los mozos emprenden la carrera. La salida es
impresionante y suele ser muy dura. Muchos han estado soñando con este
instante. Son cientos de ellos, chicos y chicas (estas últimas se han
incorporado recientemente) y todos quieren tener el honor de llevarlo sobre sus
hombros; por eso el Cristo va cambiando de manos cada poco.
El origen de esta tradición, conocida como “traer al santo", se remonta a varios siglos, aunque las
primeras pruebas documentales son del XVII. Parece ser que todo se debió a que los vecinos de un pueblo cercano querían quedarse con ella y para que no se la quitaran , realizaron la primera carrera
lo más rápido que pudieron.
Delante del grupo de corredores van niños de doce o
catorce años que no llegan a llevar la urna. Sin embargo, realizan el recorrido
como sus mayores y con el mismo entusiasmo, señal de que la tradición va a continuar.
También se ven mujeres descalzas que hacen esa penitencia por promesas. De siempre ha podido correr todo aqueI que lo desee,
aunque no sea del pueblo.
La gente que se ha ido agrupando a lo largo del recorrido
lanza gritos de ánimo a los corredores y vivas al Cristo cuando pasa. En el trayecto
se llevan a cabo dos paradas, en lugares previamente dispuestos, en los que se
concentran gran cantidad de fieles.
Entonces te aprovecha para descansar mientras se deposita Ia urna en el suelo y
los devotos se acercan a besar la imagen.
Cerca del santuario, la multitud se agrupa a lo largo de
la estrecha carretera, animando a los portadores para al esfuerzo final. Muchos que viven en ciudades y llevan una vida
sedentaria terminan el recorrido de hora y media completamente agotados.
Van totalmente vestidos de blanco, camisa, pantalón y
zapatillas y algunos se colocan trozos de tela para proteger el estómago y los
riñones por el esfuerzo. En le frente llevan un pañuelo para que el sudor no
les estorbe.
Puede que muchos de estos corredores no asistan a Misa
en todo el año pero cuando llega el día no falla ni uno, porque para ellos el
Cristo es lo más grande que hay.
Una vez delante la Cruz, situada a un kilómetro del
santuario, se abre la urna y la imagen es sacada del ataúd en el que ha sido
transportada. Son momentos de gran emoción y la gente se agolpa intentando tocar al Cristo,
mientras a más de uno se le escapa una lagrima.
Luego éste se eleva majestuosamente sobre la multitud y
la Virgen sale a su encuentro. Lentamente, las dos imágenes se acercan y se
produce el abrazo.
En seguida viene la multitudinaria Misa al aire libre, la
carrera ha terminado y el Cristo del Sahuco ha vuelto de nuevo a su casa.
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