El recinto, de belleza embriagadora, alberga 14 hectáreas de jardín en el que abundan los castaños de Indias, robles, tilos, cedros o eucaliptos, así como las palmeras, que se distribuyen formando hileras a lo largo de algunos caminos. El núcleo central de este espacio es un palacio señorial que mandó construir el marqués de Marianao, hoy cerrado al público. Este, de origen cubano, quiso recrear en la costa tarraconense su añorada tierra, trayendo al recinto numerosas especies botánicas procedentes de diversas partes del mundo. Incluso acogió un pequeño parque zoológico que desapareció del lugar durante la Guerra Civil, para lo cual se construyeron pequeños habitáculos de rocalla que hoy le dan al parque un aspecto singular.
El lugar más importante del parque, y por el que merece la pena perderse un buen rato, es la zona del lago-estanque, emblema del jardín y lugar favorito de cuantos lo visitan. Se trata de un rincón bucólico, idílico, con tres pequeñas isletas unidas por puentes. En el centro, una gruta coronada por un curioso templete que eleva al visitante para avistar con perspectiva el contraste de colores, espectacular al ocaso del día. En esta zona abundan los pavos reales y las tortugas.
La torre mirador es la otra seña de identidad del jardín del Parque Sama. Se ubica en la parte sureste del recinto, y se eleva varios metros de altura sobre una montaña de rocalla. Es interesante ascender a la cima de la torre, acabada en almenas, para divisar el parque desde diferentes ángulos, así como la mansión, con sus cuatro imponentes torres y una fachada muy bien conservada. En otro punto del recinto se puede recorrer una misteriosa gruta, esta vez con una cascada de agua incluida.
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