En una sesión memorable del Parlamento, las minorías se levantaron a hablar para exponer su opinión respecto del asunto que se discutía. Cada uno de los jefes al hacer uso de la palabra invariablemente comenzaba su oración en estos o parecidos términos:
—Esta minoría que representa el sentir de la opinión pública...
—Esta minoría que...
Cuando tocó el turno al señor Nocedal, con gran aparato y énfasis, comenzó su discurso:
—Esta minoría... que soy yo solo.
Sabido es que en la época de Nocedal no había más diputado integrista que él.
Carlos Fisas
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