jueves, 27 de enero de 2022

Fábrica de canillas de Albaida


Para acabar, caminaremos por una ruta de diez kilómetros que recorre imponentes espacios de las sierras de Tejeda y de Almijara y que es especialmente recomendable para aquellos que andan sólo para ir a coger el coche que tienen aparcados bajo sus casas.

La excusa es visitar una antigua fábrica abandonada, símbolo y ejemplo de la industrialización que existía en la provincia, que iba más allá de la cesta del turismo en la que estamos empeñados en poner cada uno de nuestros huevos. Los restos de una fábrica de luz que, con un sobrenombre tan maravilloso, describe una central hidroeléctrica que se situaba en las cercanías de Canillas de Albaida, a tres kilómetros escasos.

Un paseo de una gran belleza ya que el terreno abrupto se conjuga con una abundante vegetación debido a que el camino pasa junto a la cuenca del arroyo de la Cueva del Melero y el río Turvilla.

Lo aconsejable es comenzar a andar justo antes de llegar al municipio canillero, en la iglesia de Santa Ana, en cuyas proximidades podemos dejar a buen recaudo el coche.

Caminando río arriba, en tan sólo cuatro kilómetros, nos toparemos con la Fábrica, completamente abandonada, sin tejado ni maquinaria de ningún tipo. Su estado actual es como el del ciudadano medio: ruina total.

A su lado, sin embargo, hay acondicionada un área de descanso. Aquí muchos aparcan el coche, ya que la zona dispone de estacionamiento, pero llegar a este punto de otro modo que no sea caminando no tiene mucho sentido, la verdad.

El río Turvilla está repleto de saltos y represas.

Detrás de la fábrica existe una vereda que asciende y a lo largo de la cual nos toparemos con algunas albercas que antiguamente servían para almacenar el agua y hacer funcionar la central.

La ruta se puede dar por terminada en este lugar, pero, si seguimos subiendo, en una hora de caminata llegamos hasta un camino que conduce a Sierra Tejeda y a la Cueva del Melero, que es de donde surge el arroyo que ha servido de guía.

A partir de este punto, lo normal es darse la vuelta e irnos por donde hemos venido, coger el coche, llegarnos a algún restaurante de Canillas de Albaida e introducir entre nuestras costillas, sin remordimientos y a la fuerza, un almuerzo de esos de los que uno se acuerda con una sonrisa en su lecho de muerte.

El Español 

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