Dicen que Almanzor hizo estrangular a al-Mughira delante de sus esposas, después de haberle comunicado la ascensión del nuevo califa al trono. Como jete de policía que era, simuló un suicidio y echó tierra al asunto. Una vez que Hisham II accedió al poder, Almanzor continuó siendo su tutor y su visir, pero el primer ministro no fue él, sino al-Mushafi. Y este fue el último frente a derrotar. Para ello, Almanzor consiguió la alianza del generalísimo, Gadir, poderoso jefe de los ejércitos y, por entonces, gobernador de la Marca de Toledo. Se casó con su hija Asma y luchó junto a él consiguiendo victorias sonadas con un ejército cada vez más numeroso, porque se le fueron uniendo soldados mauritanos, castellanos, leoneses y navarros, con los que realizaba al menos dos campañas anuales. Redujeron a los bereberes que se habían levantado por enésima vez y repelieron a los vikingos, que continuaban intentando invadir aquella tierra soñada.
Acostumbrado a la vida plácida, Hisham II no constituyó un estorbo para el avance de su antiguo tutor, que no tardó en expulsar al único que ya le hacía sombra, al-Mushafi, para adjudicarse el título de primer ministro. Y ya no se le puso nada por delante. La belicosidad del antiguo escribano convertido en dictador fue adquiriendo tintes cada vez más siniestros, alternando las guerras contra el Magreb con las guerras contra los cristianos del norte de la península.
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