Candelario, en la sierra de Béjar, entre castaños en flor, es un pueblo notable por sus chacinas y por su arquitectura popular: empinadas y estrechas calles, a veces con reguerillos de agua («regaderas»), muros de noble piedra, grandes balconadas de madera verdes v floridas, con frutos puestos a secar, valientes aleros altos de madera (donde se seca y cura el embutido) y puertas dobles que protegen del frío ("batipuertas" las llaman)
En lo alto del pueblo la iglesia gótico-mudéjar con bello rosetón en la fachada y retablos barrocos en el interior; al pié del pueblo la ermita del Cristo del Refugio con una imagen vestida de terciopelo. A mediados de Agosto, Candelario celebra una boda fingida en la que tiran la casa por la ventana y los vecinos sacan los trajes tradicionales que, a menudo, heredan de padres a hijos. El atuendo más tradicional es el traje de choricero idéntico al que solían pasear por el mundo cuando salían a vender sus acreditados chorizos.
El atuendo femenino se llama de "candelaria", alusivo a la fiesta con la que se celebraba el fin de las matanzas de cerdos y confección de embutidos. Es el traje más elaborado que cabe imaginar, con copiosos complementos y un complicado peinado en moño similar al de las geishas. Vestidos de esa guisa mozos y mozas bailan danzas tradicionales tan antiguas y complicadas como los atuendos; "la de María Antonia", "la de la botella", que se baila en torno a una botella de vino. Tras la fiesta se invita al personal asistente a galletas y vino (no a chorizo, lamentablemente).
El Corpus es fiesta grande, las balconadas se adornan con colchas bordadas y la calles y plazuelas se llenan de altares floridos que levanta al vecindario para que la procesión del Santísimo se detenga ante ellos.
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
Selección
martes, 29 de septiembre de 2015
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