Incluir los bosques de Somiedo en esta recopilación de las islas vegetales más encantadoras de nuestra geografía no es para perderse entre sus troncos retorcidos, ni para pisar la hojarasca del hayedo viendo fascinados cómo las hojas marchitas se tragan los pies. En la Reserva de Somiedo las principales masas boscosas se encuentran bajo protección especial y únicamente tienen acceso a ellas biólogos y "científicos de la naturaleza"; el viajero excursionista se tiene que conformar con mirar desde fuera las enormes manchas verdes que cubren las laderas de las montañas, y precisamente para esto vamos a ir a Somiedo, para contemplar desde fuera la belleza y magnitud de los bosques de montaña. Mientras se sube a las brañas de taita por empinados caminos carreteros; cuando se visitan los lagos glaciares de Saliencia; recorriendo el trazado de la vieja calzada romana del Cordal de La Mesa, convertida en calzada real durante la trashumancia; desde cualquier lugar y en cualquier época del año las masas forestales de Somiedo son el principal foco de las miradas. Enormes espacios boscosos donde predomina el haya, el roble y el rebollo forman la riqueza forestal del parque natural, entre despellejadas montañas de roca calcárea que superan los dos mil metros de altitud. Las mejores representaciones del paisaje vegetal de Somiedo están en los valles de Saliencia y Pigüeña y en las inmediaciones del puerto de San Lorenzo, paso natural al vecino valle de Teverga, que alberga otro de los grandes hayedos asturianos: los bosques del puerto de la Ventana.
Para emboscarse a fondo y sentir el bosque en cada poro de la piel, para mojarse con la frescura y vitalidad de los seres vegetales de Somiedo, hay un camino que une el valle de Saliencia con Valle de Lago atravesando una auténtica jungla vegetal. Esta pista cementada está reservada para vehículos de uso local y la única manera de internarse por ella es caminando o en bicicleta de montaña. Comienza muy claramente en la carretera que discurre por el angosto valle de Saliencia entre los caseríos de Veigas y Villarín. A los pocos minutos el camino deja los prados vaqueros, el cielo desaparece detrás de la bóveda vegetal y prácticamente es imposible salir del camino por la espesura de la masa forestal. Más arriba, el desnivel de la cuesta se pone muy serio para atravesar el corazón del bosque, un lugar encantado donde se produce la transformación alquímica de los seres vegetales en elementos de conocimiento trascendental para hacer que los humanos valoremos la gran fuerza y la energía que emanan de los bosques, un lugar puro con lianas enredadas entre las ramas de los árboles, troncos vestidos con apretadas ramillas de plantas trepadoras y niebla trasmutada en hojas de lluvia goteando sobre una mullida cubierta de heléchos de colores. El paraje de las brañas de Saliencia es otro fenomenal mirador de los hayedos de la Bobia y del valle del río Saliencia. Siglo a siglo el ganadero de la comarca ha transformado paulatinamente el paisaje de los valles altos de las montañas mediante una ganadería extensiva, articulada en la estructura y el uso de las brañas y los corros según la temporada de pastos, permitiendo tener ganado pastando prácticamente durante todo el año salvo en invierno, cuando la hierba está cubierta de nieve.
(Juan José Alonso)
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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