Su éxito ha hecho de esta joya del parque natural de la Albufera des Grau una invitación para el escapismo; ello pese a encontrarse a solo 500 metros de la isla mayor, Menorca. Desde Es Grau, Juan Febrer pilota su lancha Illa Colom. El ecosistema resulta de tal importancia y su grado de protección tan estricto, que los bañistas tienen prohibido abandonar las playas (tampoco lo permitiría su vegetación de maquia inextricable). Antaño fue ámbito de aventuras al servir de lazareto a una expedición de esclavos redimidos de Argel en 1787.
Los arenales están orientados a poniente. Al meridional no por nada lo bautizaron Tamarells (tamarindos), mientras la norteña cala d'en Moro resulta más agreste, y al disponer de una franja del arena más dilatada, registra mayor afluencia. En ambas, merced al agua cristalina, contrastan cromáticamente los fondos arenosos con las praderas de posidonia. Como todo paraíso que se precie, solo podemos dejar huellas de pisadas.
Una manera alternativa es llegar en kayak, pero los que se conformen con regocijarse con las vistas de En Colom, les interesará seguir el Camí de Cavalls hasta Sa Torreta.
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