A más de 1170 metros de altitud, los pocos más de mil habitantes de Albarracín viven en este pequeño pueblo de clima muy duro -las primeras nevadas son frecuentes en octubre- situado a treinta y nueve kilómetros de Teruel. Es la cabecera de una comarca que ofrece numerosas rutas al viajero.
HISTORIA
Este curioso nombre se deriva de la poderosa dinastía árabe Aben Razin. Hasta ese momento la historia en esta comarca turolense había sido intensa. En realidad podemos remontarnos al Paleolítico para comprobar la presencia humana en la zona lo que se ha establecido por las numerosas pinturas rupestres halladas en lugares como Cocinilla del Obispo, Prado del Navazo, Olivanas o Camino del Arrastradero. Como es habitual en este tipo de manifestaciones, se presentan escenas de caza con animales, arqueros y cazadores.
Poblados de la Edad de Bronce y del Hierro demuestran la continuación de la ocupación en la zona. La dominación romana también dejó alguna herencia que demuestra su paso por aquí. Probablemente la obra más representativa es el acueducto excavado en roca que durante la Edad Media conducía el agua hasta la localidad de Celia.
En época visigoda Albarracín se llamaba Santa María de Levante, según unos libros de historia y Santa María de Oriente según otros y, aparte de algunas referencias literarias, no queda mucho más de aquella época. Con la llegada de los musulmanes, su importancia aumenta y se convierte en capital del taifato independiente de la menciona dinastía Abn Razin. Es un destacado centro militar: el Torreón del Andador, la Torre del Agua y la Alcazaba son restos significativos.
Su primer rey sería Abu Mohamed Hudail y el segundo Abu Meruan Abdelmélic, se conserva su esenciero de plata considerado una obra de arte hispanomusulmana.
Este reino de taifa cayó en manos cristianas en el siglo XII por la intervención de Pedro Ruiz de Azagra, un guerrero de origen navarro que se mantuvo al frente de la ciudad con el apoyo de los reyes del reino de Navarra y sirvió como escudo frente a posibles incursiones musulmanas. Esta familia daría los fueros a la ciudad que todavía existe. Ahí comenzó un tiempo de una cierta independencia para esta pequeña población que vive al margen tanto de la influencia de Castilla como de la de Aragón. Señorío independiente desde el año 1170 hasta el 1285, es conquistado entonces por Pedro III de Aragón y Pedro IV la incorpora a sus posesiones en el siglo XIII. Su sucesor Juan II le concede el título de ciudad.
(Guía Azul)
HISTORIA
Este curioso nombre se deriva de la poderosa dinastía árabe Aben Razin. Hasta ese momento la historia en esta comarca turolense había sido intensa. En realidad podemos remontarnos al Paleolítico para comprobar la presencia humana en la zona lo que se ha establecido por las numerosas pinturas rupestres halladas en lugares como Cocinilla del Obispo, Prado del Navazo, Olivanas o Camino del Arrastradero. Como es habitual en este tipo de manifestaciones, se presentan escenas de caza con animales, arqueros y cazadores.
Poblados de la Edad de Bronce y del Hierro demuestran la continuación de la ocupación en la zona. La dominación romana también dejó alguna herencia que demuestra su paso por aquí. Probablemente la obra más representativa es el acueducto excavado en roca que durante la Edad Media conducía el agua hasta la localidad de Celia.
En época visigoda Albarracín se llamaba Santa María de Levante, según unos libros de historia y Santa María de Oriente según otros y, aparte de algunas referencias literarias, no queda mucho más de aquella época. Con la llegada de los musulmanes, su importancia aumenta y se convierte en capital del taifato independiente de la menciona dinastía Abn Razin. Es un destacado centro militar: el Torreón del Andador, la Torre del Agua y la Alcazaba son restos significativos.
Su primer rey sería Abu Mohamed Hudail y el segundo Abu Meruan Abdelmélic, se conserva su esenciero de plata considerado una obra de arte hispanomusulmana.
Este reino de taifa cayó en manos cristianas en el siglo XII por la intervención de Pedro Ruiz de Azagra, un guerrero de origen navarro que se mantuvo al frente de la ciudad con el apoyo de los reyes del reino de Navarra y sirvió como escudo frente a posibles incursiones musulmanas. Esta familia daría los fueros a la ciudad que todavía existe. Ahí comenzó un tiempo de una cierta independencia para esta pequeña población que vive al margen tanto de la influencia de Castilla como de la de Aragón. Señorío independiente desde el año 1170 hasta el 1285, es conquistado entonces por Pedro III de Aragón y Pedro IV la incorpora a sus posesiones en el siglo XIII. Su sucesor Juan II le concede el título de ciudad.
(Guía Azul)
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