Se necesita algo más que suerte para llevar 96 años vendiendo alpargatas. Es su mejor obsequio y cuelgan por todas las paredes del establecimiento. Una pequeña tienda de grandes secretos.
«Si no lo encuentro aquí ya no voy a ningún sitio», suelen repetirle los clientes a Javier Hinojosa acercándoseles al mostrador. Es el legado de una dedicación de 96 años al mundo del calzado, en especial a sus alpargatas, que tienen de todos los colores y que cuelgan de todas las paredes de su establecimiento. Calzados Hinojosa es una zapatería de barrio, de esas especializadas, auténtica, en las que la gente siempre confía. Llevan toda la vida en el mismo sitio, aunque TVE una vez la diera por cerrada, anécdota graciosa aunque ahora desconocen de relevo. «Ahora mismo, claro, porque nunca se sabe», sonríe Javier.
Muestra con orgullo la misma caja registradora que abrió la tienda un siglo atrás, a la que siguen dando uso, igual que la caja fuerte que guardan en la trastienda, en una esquinita entre cientos de cajas de zapatos. Bajo llave, también antigua, guardan un montón de papeles sumergidos bajo polvo, entre otras cosas, certificando que aquello, efectivamente, permanece a otra época. La atención para ellos es prioridad, el cliente es la razón de su existencia. Los mantienen gracias a la calidad de sus productos, «aunque suene mal que yo lo diga», aclara un poco culpable con una sonrisa. Pero nada que temer, es la realidad cuando se cuentan los años que llevan en calle San Juan. Pueden decir que sus alpargatas han recorrido la historia.
«Si no lo encuentro aquí ya no voy a ningún sitio», suelen repetirle los clientes a Javier Hinojosa acercándoseles al mostrador. Es el legado de una dedicación de 96 años al mundo del calzado, en especial a sus alpargatas, que tienen de todos los colores y que cuelgan de todas las paredes de su establecimiento. Calzados Hinojosa es una zapatería de barrio, de esas especializadas, auténtica, en las que la gente siempre confía. Llevan toda la vida en el mismo sitio, aunque TVE una vez la diera por cerrada, anécdota graciosa aunque ahora desconocen de relevo. «Ahora mismo, claro, porque nunca se sabe», sonríe Javier.
Muestra con orgullo la misma caja registradora que abrió la tienda un siglo atrás, a la que siguen dando uso, igual que la caja fuerte que guardan en la trastienda, en una esquinita entre cientos de cajas de zapatos. Bajo llave, también antigua, guardan un montón de papeles sumergidos bajo polvo, entre otras cosas, certificando que aquello, efectivamente, permanece a otra época. La atención para ellos es prioridad, el cliente es la razón de su existencia. Los mantienen gracias a la calidad de sus productos, «aunque suene mal que yo lo diga», aclara un poco culpable con una sonrisa. Pero nada que temer, es la realidad cuando se cuentan los años que llevan en calle San Juan. Pueden decir que sus alpargatas han recorrido la historia.
(La opinión de Málaga)
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