"Diós, que me ha dado tantos reinos, me ha negado un hijo capaz de gobernarlos”… Más o menos esto fue lo que el rey de España dijo en alguna ocasión del que sería su sucesor. Y es que, el único hijo varón de Felipe II que llegó a ser adulto era, a los quince años, “indolente, distraído y se daba toda la prisa que podía en marcharse de los Consejos de Estado”.
Felipe III había nacido el 14 de abril de 1578 en Madrid, en el viejo Alcázar de Madrid, justo donde está ahora el Palacio Real. Era el quinto hijo varón de Felipe II, la madre fue su cuarta esposa, Ana de Austria, hija de la emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, con lo cual Ana terminaría siendo cuñada de su propia madre (dichosa consanguinidad…).
Cuento todo este embrollo porque quizás ahí esté la clave de la salud y del carácter del joven Felipe: pasó la infancia con pequeñas enfermedades que no ayudaban al poco interés que tenía por estudiar. Cumplidos los quince años pasó la época de las enfermedades pero continuó la indolencia y su poco interés por los asuntos de Estado (claro que, a esa edad, quién los tiene). Eso sí, obedecía al rey en todo.
Mostró interés por el teatro, la pintura y la caza, esto lo que más. Sorprendentemente, hablaba varios idiomas y le gustaban las matemáticas. Pero era el hijo del rey y, cuando cumplió veinte años, su padre decidió que debía casarse. Lo hizo con Margarita de Austria-Estiria, prima suya y de carácter muy parecido al suyo (Dios los cría y ellos se juntan): apocados pero muy piadosos. Para cuando se celebró la boda, Felipe II ya había muerto (1598) y a Felipe III le tocó cargar con 34 títulos hasta donde he alcanzado a contar; debían pesar lo suyo…
En fin, pasan los años, y la reina muere en 1611, después de darle un montón de hijos al rey. Él sobrevive a su consorte diez años… ¿de qué muere? Si para tomarse un poco de vino tenían que intervenir unas cinco personas, tampoco era fácil si tenía la calefacción demasiado cerca. Se encontraba el rey tan cerca de la chimenea que se estaba achicharrando, pero el protocolo le impedía pedir ayuda para arreglar la situación y los ayudantes de cámara le habían dejado solo.
Cuando se presenta el marqués de Polar, el rey le pide que arregle lo del fuego y el marqué le dice que el protocolo le impide ocuparse de apagarlo, que eso lo tiene que hacer el duque de Uceda, pero la cosa se complica porque el duque se había ido a visitar sus fincas e iba a tardar.
No sabemos cuándo regresó el duque, pero tanto calor tanto tiempo hizo enfermar al rey, que contrajo erisipela, y murió, aunque no está claro que la erisipela tuviera algo que ver, al menos por el estado actual de la ciencia. Tampoco está claro que todo este rollo que os he metido sea del todo cierto, y qué parte es verdad y cuál no, pero sí parece que dijo en su última confesión “si Dios me diera la vida, cuán diferente gobernaría”.
Felipe III el Piadoso murió en Madrid el 31 de marzo de 1621, y hay dudas de que fuera tan piadoso.
Felipe III había nacido el 14 de abril de 1578 en Madrid, en el viejo Alcázar de Madrid, justo donde está ahora el Palacio Real. Era el quinto hijo varón de Felipe II, la madre fue su cuarta esposa, Ana de Austria, hija de la emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, con lo cual Ana terminaría siendo cuñada de su propia madre (dichosa consanguinidad…).
Cuento todo este embrollo porque quizás ahí esté la clave de la salud y del carácter del joven Felipe: pasó la infancia con pequeñas enfermedades que no ayudaban al poco interés que tenía por estudiar. Cumplidos los quince años pasó la época de las enfermedades pero continuó la indolencia y su poco interés por los asuntos de Estado (claro que, a esa edad, quién los tiene). Eso sí, obedecía al rey en todo.
Mostró interés por el teatro, la pintura y la caza, esto lo que más. Sorprendentemente, hablaba varios idiomas y le gustaban las matemáticas. Pero era el hijo del rey y, cuando cumplió veinte años, su padre decidió que debía casarse. Lo hizo con Margarita de Austria-Estiria, prima suya y de carácter muy parecido al suyo (Dios los cría y ellos se juntan): apocados pero muy piadosos. Para cuando se celebró la boda, Felipe II ya había muerto (1598) y a Felipe III le tocó cargar con 34 títulos hasta donde he alcanzado a contar; debían pesar lo suyo…
En fin, pasan los años, y la reina muere en 1611, después de darle un montón de hijos al rey. Él sobrevive a su consorte diez años… ¿de qué muere? Si para tomarse un poco de vino tenían que intervenir unas cinco personas, tampoco era fácil si tenía la calefacción demasiado cerca. Se encontraba el rey tan cerca de la chimenea que se estaba achicharrando, pero el protocolo le impedía pedir ayuda para arreglar la situación y los ayudantes de cámara le habían dejado solo.
Cuando se presenta el marqués de Polar, el rey le pide que arregle lo del fuego y el marqué le dice que el protocolo le impide ocuparse de apagarlo, que eso lo tiene que hacer el duque de Uceda, pero la cosa se complica porque el duque se había ido a visitar sus fincas e iba a tardar.
No sabemos cuándo regresó el duque, pero tanto calor tanto tiempo hizo enfermar al rey, que contrajo erisipela, y murió, aunque no está claro que la erisipela tuviera algo que ver, al menos por el estado actual de la ciencia. Tampoco está claro que todo este rollo que os he metido sea del todo cierto, y qué parte es verdad y cuál no, pero sí parece que dijo en su última confesión “si Dios me diera la vida, cuán diferente gobernaría”.
Felipe III el Piadoso murió en Madrid el 31 de marzo de 1621, y hay dudas de que fuera tan piadoso.
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