Un personaje interesante de la época es don Juan de Tasis y Peralta, conde de Villamediana. Era hombre de ingenio y exquisito poeta, algunas de cuyas obras figuran en las antologías.
Hallándose un día en la iglesia de Atocha, un fraile le pidió una limosna para las almas del purgatorio. Villamediana le dio un ducado y el fraile, con una reverencia, le dijo:
—Acabáis, señor, de liberar una alma.
A esto respondió el conde, entregando otro ducado:
—Habéis liberado otra alma, señor.
Siguió uno dando ducados y el otro anunciando liberaciones, hasta que, de improviso, preguntó el benefactor:
—¿Me aseguráis que todas esas almas han sido liberadas?
—Sin la menor duda, señor —se apresuró a afirmar el agradecido fraile.
—Entonces devolvedme mis ducados —exigió Villamediana— porque, puesto que las almas están en el cielo, no es de temer que vuelvan al purgatorio.
(Carlos Fisas)
Hallándose un día en la iglesia de Atocha, un fraile le pidió una limosna para las almas del purgatorio. Villamediana le dio un ducado y el fraile, con una reverencia, le dijo:
—Acabáis, señor, de liberar una alma.
A esto respondió el conde, entregando otro ducado:
—Habéis liberado otra alma, señor.
Siguió uno dando ducados y el otro anunciando liberaciones, hasta que, de improviso, preguntó el benefactor:
—¿Me aseguráis que todas esas almas han sido liberadas?
—Sin la menor duda, señor —se apresuró a afirmar el agradecido fraile.
—Entonces devolvedme mis ducados —exigió Villamediana— porque, puesto que las almas están en el cielo, no es de temer que vuelvan al purgatorio.
(Carlos Fisas)
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