La religión precristiana vasca estaba aparentemente centrada en un genio o divinidad central de carácter femenino: Mari. Su consorte Maju o Sugar parece tener también cierta importancia. Esta pareja ctónica (subterránea) parecía tener el poder ético supremo y asimismo el poder de crear y destruir. Se decía que cuando se reunían en las cuevas de las cumbres sagradas, engendraban tormentas. Estas reuniones las celebraban los viernes por la noche, el día de los aquelarres.
Los "Zezengorri" o "Behigorri" (Betizu), toros salvajes autóctonos de la zona, eran los encargados de proteger los tesoros de las grutas donde vivía la diosa.
Se decía que Mari vivía en el monte Anboto y que periódicamente cruzaba los cielos como una luz brillante para ir a su otra casa en el monte Txindoki. Según una de las tradiciones, cada siete días Anbotoko Mari viajaba desde su cueva en el monte Anboto a otra en otro monte (según cada historia, éste cambia); el tiempo era húmedo cuando estaba en el monte Anboto, y seco cuando estaba en Aloña, o las cosechas son abundantes cuando está en la cueva de Supelegor (en Orozco).
Es difícil saber la antigüedad de esta leyenda; a pesar de los elementos paganos, uno de sus nombres, Mari Urraca, la relaciona con una princesa navarra histórica de los siglos XI y XII, y otras leyendas dicen que tenía un hermano sacerdote católico, o que su marido era el primer señor histórico de Vizcaya, Diego López de Haro.
Es difícil saber la antigüedad de esta leyenda; a pesar de los elementos paganos, uno de sus nombres, Mari Urraca, la relaciona con una princesa navarra histórica de los siglos XI y XII, y otras leyendas dicen que tenía un hermano sacerdote católico, o que su marido era el primer señor histórico de Vizcaya, Diego López de Haro.
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