En la sierra de Francia hay emboscadas por todas partes y es muy fácil encontrar el encanto y la vitalidad que otorga un bosque al paisaje y a sus pueblos. Hay melojares en las zonas altas de las montañas, lejos de las poblaciones y de sus habitantes, que por costumbre y comodidad han preferido trabajar los terrenos próximos a sus moradas dejando el monte para la caza y el ganado. También hay castañares mezclados con los robles, o tal vez sea al contrario, porque algunos castaños son tan enormes, viejos y añosos que se confunden con los grandes robles del bosque y no se sabe quién llegó antes a estas montañas. Un ejemplo muy claro de esta curiosa situación se encuentra en la zona de recreo del Monte del Castaño, cuyo nombre se lo debe a un enorme castaño del que ya sólo quedan los restos que marcan el tremendo perímetro que tenía. De sus cepas carcomidas por el musgo y la humedad han brotado jóvenes retoños en medio de un enorme robledal mucho más joven que el viejo castaño, el gran abuelo del bosque.
El nombre de la sierra, de la Peña y del río de la comarca se debe a los emigrantes españoles que volvieron del país vecino para repoblar la zona a mediados de este siglo, y desde luego volvieron muy inspirados y cariñosos con los bosques y los pueblos, porque han sabido conservar todo el encanto arquitectónico de las viejas alquerías alterando muy poco la estructura externa de casas y calles. Con las masas forestales ha ocurrido algo parecido, y resulta fascinante viajar por el laberinto de carreteritas que recorre la sierra entre los robles y los castañares salvajes de las laderas de las montañas, y los álamos, sauces y chopos de las riberas de los ríos y los barrancos. Para aislarse en el interior del bosque y convivir un rato con sus seres vegetales un buen punto de partida de senderos y veredas es la zona de recreo del Monte del Castaño, con caminos que suben a las lomas cimeras para ver despuntar sobre las copas de los árboles las nevadas cumbres de la sierra de Gredos.
En coche también es muy fácil, aunque no es igual de cautivador, recorrer los bosques de la sierra de Francia. Las carreteras que comunican La Alberca con los pueblos de las montañas, especialmente con Mogarraz, Monforte y Madroñal, son excelentes recorridos para disfrutar cómodamente de sus encantadores parajes.
(Juan José Alonso)
El nombre de la sierra, de la Peña y del río de la comarca se debe a los emigrantes españoles que volvieron del país vecino para repoblar la zona a mediados de este siglo, y desde luego volvieron muy inspirados y cariñosos con los bosques y los pueblos, porque han sabido conservar todo el encanto arquitectónico de las viejas alquerías alterando muy poco la estructura externa de casas y calles. Con las masas forestales ha ocurrido algo parecido, y resulta fascinante viajar por el laberinto de carreteritas que recorre la sierra entre los robles y los castañares salvajes de las laderas de las montañas, y los álamos, sauces y chopos de las riberas de los ríos y los barrancos. Para aislarse en el interior del bosque y convivir un rato con sus seres vegetales un buen punto de partida de senderos y veredas es la zona de recreo del Monte del Castaño, con caminos que suben a las lomas cimeras para ver despuntar sobre las copas de los árboles las nevadas cumbres de la sierra de Gredos.
En coche también es muy fácil, aunque no es igual de cautivador, recorrer los bosques de la sierra de Francia. Las carreteras que comunican La Alberca con los pueblos de las montañas, especialmente con Mogarraz, Monforte y Madroñal, son excelentes recorridos para disfrutar cómodamente de sus encantadores parajes.
(Juan José Alonso)
No hay comentarios:
Publicar un comentario