Castro, al borde del Cantábrico y en el oriente cántabro, está en plena canícula, en ese cordón umbilical o Nacional 634 que une Santander con el País Vasco. De la capital de La Montaña dista 75 km y sólo 35 km la separan de Bilbao (no puede, por tanto, volver la espalda a la influencia bilbaína). La población se encuentra al este cerca de Ontón, en el límite con Vizcaya, y al oeste va camino de la Punta Sonabia. Es pueblo de arreglada fachada marítima, en el que abunda el chiquiteo, con permanente bullicio peatonal por la rúa La Mar, amén de numerosas galerías y edificios historicistas en la calle Constitución. Tiene además un faro cuyo haz alcanza las 24 millas, así como peña bolística, peña taurina, dos grupos corales y letreros, conviene fijarse en los letreros, algunos todavía pintorescos como el de la Huevería José López o el muy logrado del bar El Faro, en la plazuela o, por poner un último ejemplo, el de la bodega Chaval Riojano.
En cuanto a la economía, la actividad pesquera fue importante y tienen merecida fama las anchoas y los besugos. Hoy la flota está reducida a una docena de barcos. Los cástrenos también viven de los servicios, agricultura (minifundismo) y de la riqueza forestal de los alrededores. Son, también, muy aficionados al remo y a las carreras de traineras.
HISTORIA
Bastantes cuevas con arte paleolítico en el área. Cuando aparecieron los romanos encontraron asentados a los sámanos (Portus Samanum), y tal vez sobre este suelo castreño se levantó en otro tiempo la ciudad romana de Flavióbriga, fundada por orden de Vespasiano. En la Edad Media, Castro fue uno de los núcleos más importantes de la región. Aforada en 1163 por deseo de Alfonso VIII pasó por un período de auge económico a finales del siglo XIII, convirtiéndose en capital de la Hermandad de las Marismas (federación de ocho villas). Pero la decadencia le llegó en el siglo XIV, coincidiendo la misma con las duras luchas entre Pedro I y Enrique de Trastámara por el control de toda esta franja litoral.
Durante la guerra de la Independencia (1813) la población resistió y los franceses incendiaron la ciudad. La villa, sin embargo, creció en el XIX gracias al desarrollo de la minería del hierro. Luego, otra decadencia tras la guerra civil hasta que en la década de los sesenta comenzaron a venir los primeros turistas, si bien en 1868 ya había un balneario, el más antiguo de esta parte del Cantábrico.
(Guía azul - Pueblos escogidos)
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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