Tras una larga época de abandono, en la que apenas contaba con 6 habitantes, Caracena ha vuelto a recuperar algo de vida y a recibir visitantes, atraídos por su excepcional enclave, a 1.089 metros de altitud junto a un profundo tajo del río Caracena.
El pueblo conoció el paso de celtas, romanos y árabes antes de ser conquistado por los ejércitos cristianos y convertirse en capital de una de las comunidades castellanas.
Una sinuosa carretera entre gargantas conduce a la parte baja del pueblo, asentado en una pequeña meseta y coronado por su espectacular castillo, que se esconde tras una loma cercana.
Columnas trenzadas
La empinada calle principal pasa junto a la soberbia picota del siglo XVIII y conduce hasta la iglesia de San Pedro, preciosa obra románica precedida de un atrio con graciosas columnas, algunas trenzadas.
Un poco más apartado se alza el templo de Santa María, adosado a un torreón árabe y siguiendo una pista que remonta el cerro se alcanza la soberbia fortaleza, con su doble recinto amurallado.
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