No fueron muy felices los castellanos durante los gobiernos de los primeros monarcas Trastámara. La hegemonía y fortaleza de Castilla se habían debilitado mucho con tanta guerra estúpida y sin sentido. Primero con Enrique II y luego con Juan I, empeñado en invadir Portugal como fuera por cuestiones hereditarias y de familia. La muerte del soberano luso Fernando I el Inconsciente en 1383 había dejado el reino sin sucesor directo al morir sin hijos varones. Ni la reina viuda Leonor, ni su favorito el conde Andeiro, ni la infanta Beatriz, única hija y esposa del rey de Castilla, satisfacían a la burguesía portuguesa. Ante esta situación de crisis (1383-1385) se propuso nombrar rey de Portugal a Juan, maestre de la Orden de Avis, hijo natural de Pedro I, padre de Fernando I.
El declive castellano, que venía de lejos, se confirmó en la batalla de Aljubarrota (14 de agosto de 1385), cerca de Leiria, al norte de Lisboa, donde las tropas portuguesas derrotaron al ejército de Juan I, quien tuvo que huir como pudo por Santarem primero y luego por el Tajo hasta el Atlántico y Sevilla, adonde llegó enfermo.
Cuentan las crónicas que los jefes portugueses tuvieron tiempo de elegir el terreno propicio para preparar el combate debido al lento avance de los 30.000 soldados que formaban las tropas castellanas y francesas. Al parecer se colocaron en una pequeña colina plana rodeada de riachuelos que hacían de defensas naturales. Luego prepararon el terreno con trincheras y distribuyeron a los 6.500 soldados, entre lusos e ingleses, colocando en los flancos a los arqueros británicos, en el centro a la infantería y detrás a la caballería.
Hacia las seis de la tarde la caballería castellana empezó el combate pero enseguida fue rechazada por la eficacia de las flechas inglesas y las dificultades del suelo que hicieron muy difícil el avance de los caballos españoles. Entonces cundió la confusión y la desorganización en las filas castellanas.
(Javier Leralta)
Cuentan las crónicas que los jefes portugueses tuvieron tiempo de elegir el terreno propicio para preparar el combate debido al lento avance de los 30.000 soldados que formaban las tropas castellanas y francesas. Al parecer se colocaron en una pequeña colina plana rodeada de riachuelos que hacían de defensas naturales. Luego prepararon el terreno con trincheras y distribuyeron a los 6.500 soldados, entre lusos e ingleses, colocando en los flancos a los arqueros británicos, en el centro a la infantería y detrás a la caballería.
Hacia las seis de la tarde la caballería castellana empezó el combate pero enseguida fue rechazada por la eficacia de las flechas inglesas y las dificultades del suelo que hicieron muy difícil el avance de los caballos españoles. Entonces cundió la confusión y la desorganización en las filas castellanas.
(Javier Leralta)
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