Según la tradición, muchos de los primeros peregrinos se tropezaban con pequeños trozos de esta extraña piedra, cuando su camino atravesaba ciertas zonas de Asturias y cautivados por su belleza, la recogían y llevaban consigo a Santiago de Compostela, donde algún artesano azabachero recibía el encargo de tallarla como recuerdo para el peregrino.
En Santiago de Compostela se desarrolló, desde el siglo XI, una tradicional forma de labrar el azabache, que dió como resultado una joyería típica que aún hoy perdura.
Puede considerarse como una industria relevante desde la Edad Media, y ha sido valorado en un doble aspecto: por su belleza ornamental y por las virtudes mágicas que se le atribuyen.
El asentamiento de los artesanos que la trabajaban en un gremio (en 1410 aparece documentada la cofradía de azabacheros) en un lugar determinado, hizo crecer este gremio, que fue muy reconocido por el cumplimiento de estrictas normas de calidad, por la excelencia del material utilizado y por la maestría de su trabajo.
Los principales clientes de estos talleres de azabacheros eran los peregrinos. La importancia que llegó a adquirir esta actividad en Santiago, se refleja en que, precisamente una de las puertas de la catedral compostelana tomó el nombre de “La Azabachería”, con el que sigue conociéndose en la actualidad.
Durante siglos, los papas prohibieron la venta y la bendición de piezas elaboradas con azabache fuera de Santiago de Compostela, por lo que su comercialización quedaba restringida a esta ciudad y más concretamente a esta calle. A este hecho, se sumaron también las guerras, enfermedades y hambrunas habidas a partir del siglo XIII y las duras condiciones que encontraron los peregrinos en su viaje a Compostela, impuestas por las leyes y controles de Felipe II, lo que provocó que las peregrinaciones a la ciudad mermaran considerablemente y el uso del azabache disminuyese en gran medida.
Se monopolizó tal industria en la ciudad jacobea a fines del siglo XV, su elaboración y comercialización, y tuvo cierto desarrollo durante los siglos XVI y XVII.
Desde principios del siglo XX artesanos compostelanos, especialmente D. Enrique Mayer, vuelven a ponerlo de moda, usándolo en su típica joyería de plata, en la que se respeta y al mismo tiempo actualiza los diseños tradicionales. Se comienza a mezclarlo tímidamente con coral y turquesa y se inicia la aplicación de pequeños adornos de oro al conjunto de plata. Los particulares diseños hacen que muchos de los visitantes que acuden a Santiago de Compostela, se lleven como recuerdo una de esas típicas piezas de joyería que tanta admiración despierta en otros lugares.
El azabache es uno de los materiales más popularmente empleado en la joyería gallega, y las piezas preferiblemente elaboradas han sido concretamente la “higa” o “figa” y la concha o vieira.
Galicia, Asturias y León destacan en importancia tanto en su utilización habitual en piezas de adorno personal, como en su elaboración. En Galicia el azabache es un elemento habitual; se adorna el manteo con terciopelo negro y azabache, y se encuentra más desarrollada la artesanía del azabache y su entorno mítico.
Actualmente, son muchos los artesanos que aún lo siguen trabajando.
(El Azabache)
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