En su época, el nombre de Córdoba se extendió por toda la Europa cristiana. Gentes de todas partes acudían a la capital del califato occidental para ver por sí mismos lo que les habían contado. Una de éstas fue la reina leonesa, doña Toda, que trajo a su hijo, el rey Sancho el Craso, para que los afamados médicos de la corte del califa lo curaran de su obesidad (probablemente,
hipertrofia de la tiroides), que le
impedía incluso montar a caballo. Madre e hijo permanecieron en Córdoba
dos largos años, y al final Sancho se había transformado en un joven de aspecto
y peso normales. Pero nada habla tanto de la grandeza de la corte de Abderramán
como su ambicioso proyecto - que siglos más tarde imitaría el rey Luis XIV, al
comenzar la construcción de Versalles- de levantar a pocos kilómetros de
Córdoba la ciudad califal de Medina-Azahara. Allí vivió Abderramán los últimos
años de su vida, a pesar de que la ciudad no estaba del todo terminada.
(Francisco Xavier Tapia – Leyendas y anécdotas de la
historia de España)
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