Las dotes de cocinera de la Mayordoma habían hecho que inventase manjares muy sabrosos así como su conocimiento de las artes esotéricas le permitieron que, una vez que se enfado mucho, hizo que todas las iglesias de Girona quedasen llenas de telarañas con unas arañas inmensas.
Un día, debido a una irreverencia hacia San Narciso, este le retiró los poderes que tenía convirtiéndola en el hazmerreír de la ciudad, hasta que un buen día, tuvo una visión que preveía el martirio y la muerte de San Narciso y San Félix.
Cuando sus presentimientos se hicieron realidad, la Mayordoma se volvió humilde y se dedicó al cuidado de los enfermos y desvalidos. Poco antes de morir, mandó encender un fuego delante de la puerta de la Catedral e inventó la sopa de menta. Cuando murió, los gerundenses que cargaron con su cuerpo quedaron admirados de que a pesar de su tamaño pesase menos que un gorrión.
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