Invitado a una cacería en los montes de León, se presenta el fastuoso Fernán llevando consigo un precioso caballo y un elegante azor que captan la admiración y codicia del rey. Advirtiendo esto, dice el romance:
«... El
conde lo da de balde
no el
rey lo quier sin pagar.»
Así que se ponen de acuerdo en la
cantidad por la que Fernán traspasa al rey azor y caballo, y también en el
tiempo en que debe ser completado el pago. . .
«y si
el plazo no pagase
la
moneda se doblaba».
Pasan varios años, se vence antes el
plazo y nada dice el conde ni intenta siquiera recordar al rey el asunto de la
deuda. Pero llega un momento en que Fernán ya no espera más. Aprovechando una
asamblea de nobles de León, el conde intenta hablar al rey. Este, que tiene
celos del castellano por lo bien que le va en la guerra contra los musulmanes,
le dice:
«¡Quitaros,
conde, quitaros,
Que no
quiero vuestra fabla!porque estáis vos muy lozano
por vencer tantas batallas.»
Pero no es de eso de lo que quiere
conversar González, si no de la deuda. Aprovecha un momento oportuno y, delante
de testigos, se lo recuerda. El rey dice que va a pagar, pero, al echar cuentas
..., la cifra que debe ser astronómica e imposible de cubrir. Aquí, según la
leyenda, a cambio de cancelar se la deuda, León disuelve las ataduras que
todavía con ese reino tiene el condado de Castilla. Este trascendental momento
es expresado así por los juglares:
«El rey
de muy congojado
con los
suyos acordabaque libre le dé el condado
si el haber le perdonaba.
El conde lo hubo por bien
porque mucho le pesaba
de besar mano a ninguno
y a Dios muchas gracias daba.»
O sea, que se trataba de una
culminación de la autonomía de Castilla, liberándola de las relaciones de
semivasallaje que todavía la ataba a León («de besar mano a ninguno...»). Ocurrió esto en los comienzos de la segunda mitad
del siglo X, quizá hacia el 960.
No hay comentarios:
Publicar un comentario