Sucedió esto después de la conquista de Toledo, en 1085, y, según la leyenda, para hacerlo todo conforme a la voluntad divina, ordenó el rey que se decidiera mediante el duelo de dos caballeros, cada uno representando a un rito. Venció Juan Ruiz, del linaje de los Matanzas, que peleaba por el rito mozárabe. Contrariado el rey, ordenó todavía otra prueba. Se prendió una hoguera y se echaron en ella los dos breviarios. Al poco tiempo saltó fuera el mozárabe, pero acercándose Alfonso a la hoguera, de un puntapié, volvió a meterlo dentro del fuego. Y, ahora ya, sin mandar nuevas pruebas, dio el soberano una ley que suprimía casi en su totalidad el uso de ese breviario, e implantaba el romano. De aquí vino el proverbio, tantas veces repetido después: «¡Allá van leyes do quieren reyes!»Algunos comentaristas atribuyen este cambio ordenado por el rey a su afición por todo lo francés, y señalan cómo el rey, que contrajo dos veces matrimonio con princesas francas, trajo de allí a los monjes de Cluny y otorgó las primeras sillas episcopales de Castilla a obispos de origen francés.
(Francisco Xavier Tapia – Leyendas y anécdotas de la historia de España)
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