Tenía,
en el siglo XVI, su casa en la calle del Príncipe, que era una de
las más suntuosas y visitadas entonces, Dª. Prudencia Grilo, hija
(o viuda, según otros) de un rico banquero, una de las diosas de
aquel Olimpo de la corte. Frecuentaban su casa los caballeros más
distinguidos. Todos solicitaban la mano de la opulenta señora, pero
la desdeñosa dama había fijado
su pensamiento en un doncel guapísimo, con quien deseaba unirse en
santo lazo, y si venía aplazando el momento anhelado, era por no
prescindir de su amor al lujo, ni privarse de competir con las más
grandes bellezas de la corte, a quienes eclipsaba siempre con las
gracias de su rostro, el contoneo de su cuerpo y el esplendor de sus
trajes. El amante, desesperado de tanto capricho, que él juzgaba
desdén, tomó una resolución peligrosa y extrema. Felipe II
preparaba su famosa armada invencible, y se ofreció a marchar en
ella como voluntario. Cuentan las crónicas, que al separarse los dos
amantes, el caballero dijo a la dama, que le preguntaba como tendría noticias
suyas. — «Por estos damascos, (señalando a los que había
colgados en la sala) , y si muero, además de ellos, moveré las
gavetas de ese
escritorio, siendo la señal última descorrer las cortinas de
vuestro lecho»
Prudencia
tomó a broma aquellos avisos fatídicos. A los pocos días había
olvidado a su amante, y se entregaba de nuevo a sus acostumbradas
distracciones. Pero una noche, acababa de acostarse y apenas se había
quedado traspuesta, cuando le pareció que se movían los tapices de
la sala; saltó de la cama para cerciorarse, y nada observó: quiso
volver al lecho, y le faltaron las fuerzas, porque mirando
involuntariamente a las gavetas, vio que se movían.
Quiso
dar un grito y no pudo: se dirigió vacilante a la cama y a su
llegada se descorrieron solas las cortinas. Entonces cayó desmayada,
y estuvo enferma de muerte mucho tiempo. Durante él fueron hechas
públicas en Madrid, las noticias que trajo del Escorial, un correo,
referentes a la pérdida de la armada y a la muerte del amante de
Dª Prudencia, que tenía en la flota empleo de oficial. Entonces
decidióse la dama a abandonar el mundo, y fundó el Convento de
Santa Isabel, donde profesó en 1589.
Veinte
años después, yendo a visitar el convento la Reina Margarita de
Austria, mujer de Felipe III oyó violines que tocaban música de la
Pavana. Preguntó a las monjas si tenían recreación
de música en la Casa, y la contestaron que era la del Corral de la
Pacheca, y comprendiendo lo impropio de la situación
del convento con semejante vecindad, lo trasladó al terreno de la
Casa de Campo, confiscada al famoso Antonio Pérez, que había en las
afueras, donde hoy está la ancha calle a que ha dado nombre el convento.
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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