Los trasgos son como ángeles ni buenos ni malos, ni almas separadas de cuerpos, sino como unos espíritus familiares semejantes a los lemures de los gentiles.
El trasgu es de diminuta figura y muy simpático, viste una blusa de bayeta colorada y cubre su cabeza con un gorro del mismo color. Nadie se ha fijado si anda o no calzado.
Penetra por las noches en las casas cuando sus moradores duermen, y se entretiene en hacer calceta u otras labores domésticas, pero cuando está de mal humor rompe los cacharros, revuelve la ropa de las arcas, saca el ganado del establo y lo lleva al abrevadero con grandes gritos, les quita la hierba de los pesebres, y a la mañana siguiente los dueños de la casa hallan todas las cosas patas arriba.
Algunas familias, no pudiendo aguantar ya las bromas, se mudaban de casa, y cuando llegaban al nuevo domicilio se presentaba el Trasgu a entregarles algún cacharro viejo que se les había olvidado en el anterior, y les decía: "como esta casa es más guapa me quedo aquí".
Otras veces aparecía encima del carro sobre los muebles, y cantando:
Ya que todos os vais
de casa mudada,
también yo me mudo
con mi gorra encarnada".
El mito del Trasgu es muy abundante en Asturias, pero también existe mucha leyenda del Trasgu en El Bierzo, sobre todo por la zona de Carucedo y Borrenes.
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