Durante miles de años, la constante acción erosiva del agua de lluvia fue cincelando esta roca granítica, de un metro y medio de altura y tres de diámetro, hasta formar en su interior una gran cavidad con varias oquedades.
Según la Real Academia Gallega, la palabra «arangaño» es sinónimo de «tangaraño», que en el imaginario popular, era un diablo que causaba raquitismo y deformaciones a los niños; o también la enfermedad provocada por el susodicho demonio. El término puede usarse en sentido más amplio para referirse a una maldición o hechizo.
El ritual para sanar al niño, que puede proceder de tiempos muy lejanos, consistía en que la madre debía pasarlo por debajo de la Piedra a través de un hueco existente entre ella y otra sobre la que se apoya, diciendo una frase: «Comadre mía, ahí te va el «angaraño»; devuélvemelo sano y vivo». Debajo se situaba la madrina u otra ayudante para recogerlo. A continuación, se tenía que quemar la ropa que tenía puesta el niño o colgarla en los árboles cercanos, y se le vestía con otra nueva.
En señal de agradecimiento por la curación, se echaban monedas en el interior de la Piedra y se encendía un cirio.
Gracias al avance de la medicina, la tradición se fue esfumando, pero no del todo, pues todavía se puede ver alguna vela en el interior de la roca.
Paralelismo con San Benito de Cova de Lobo
Aunque no es habitual encontrar piedras con propiedades similares, en la provincia de Ourense hay otra piedra del Tangaraño, la de San Benito de Cova de Lobo, en Barbadás. A ésta le dedicó uno de sus poemas el celanovés Curros Enríquez, titulado «Tangaraños», donde describe un ritual de sanación muy semejante al de Sarreaus. Dicho santuario nació para cristianizar el rito pagano.
Vía Lethes
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