Todo comenzó en 1959 cuando comenzaron a construirse las presas del Tajo y del Tiétar, situadas a 50 metros de distancia la una de la otra. Su objetivo era el aprovechamiento del Tajo permitiendo transvases de agua entre éste y el Tiétar a través de un túnel y pudiendo contar así con una única central hidroeléctrica.
Las presas eran construidas para Hidroeléctrica Española por la empresa Agromán y en ella trabajaban más de 4.000 obreros, en su mayoría provenientes de los pueblos limítrofes: Trujillo, Jaraicejo, Monroy, Arroyo de la Luz, Almaraz...
Gran parte de los trabajadores vivían en dos poblados, el Poblado de los obreros junto al lecho del río y el poblado alto, donde vivían los oficinistas.
El otoño de 1965 fue muy lluvioso, especialmente los días anteriores al 22 de octubre. En estas fechas se forzó hasta el límite la capacidad del embalse para probar los aliviaderos. Las construcciones de las presas estaban ya muy adelantadas cuando se produjo el accidente.
El fatal suceso se produjo cuando uno de los aliviaderos de la presa del Tajo no resistió la presión y cedió la rejilla de una compuerta de dicho aliviadero inundando el túnel ó canal que unía ambas presas, canales adyacentes y precipitándose al agua con gran fuerza sobre el lecho seco del río.
En el momento del accidente se encontraban trabajando en el túnel unos 50 obreros y otros tantos con maquinaria en el lecho seco del río.
Como consecuencia del fatal impacto del agua se comenta que fallecieron 70 trabajadores, pero hoy todavía hoy se desconoce con exactitud el número de fallecidos ó desaparecidos. Oficialmente son 54 las personas fallecidas.
En un primer momento los obreros que estaban allí trabajando fueron los que comenzaron el rescate de sus compañeros que se encontraban atrapados.
Todo aquel que en la noche del accidente o el día siguiente no se encontraba en casa o en su puesto de trabajo fue considerado como desaparecido. Los cadáveres de las víctimas se fueron hallando poco a poco, los días posteriores.
Al día siguiente la noticia saltó a la prensa, que quitó hierro al asunto hablando más de la gran obra de ingeniería que se estaba realizando que del número de fallecidos
Después del accidente hubo de soltarse gran parte de los 140 millones de metros cúbicos de agua embalsados, a un ritmo de 2.000 metros cúbicos por segundo, para conocer el alcance de la tragedia.
La tragedia fue envuelta entre el silencio y olvido del régimen franquista. Las presas jamás fueron inauguradas, Franco no vino a pesar de tenerlo previsto, ni asistió, ni se dio ningún tipo de explicaciones al respecto.
Los supervivientes de aquella catástrofe están hoy diseminados por toda España. Son pocos los que se encuentran trabajando en Torrejón y la mayoría de ellos han emigrado a Madrid, Cataluña, el País Vasco, o al extranjero.
Cada viuda recibió 20.000 pesetas de la época como indemnización, lo que equivalía al sueldo de unos 8 meses y 5.000 pesetas más por cada hijo.
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