Tienen 40 metros de altura y hacen falta unas tres o cuatro personas para rodear sus troncos, pero en realidad estas secuoyas son unas jovencitas”. Noemí Campo nos introduce en la singularidad del monumento natural de las secuoyas de Monte Cabezón, más propio de otras latitudes que de las inmediaciones de Cabezón de la Sal. “Sobreviven gracias al clima húmedo templado del litoral cántabro; no hace tanto calor como en California, pero el mar suaviza el frío”. El origen de este bosquete con 848 ejemplares de secuoya de costa, especie que puede vivir miles de años, de ahí la juventud a la que se refiere Campo, es un experimento forestal: fueron plantadas en la década de 1940 para la posible explotación de madera. Ahora es un enclave protegido por su valor paisajístico, al que las visitas guiadas que organiza el centro de interpretación (+34 942 04 94 38) a través del programa Natureando en corto suman el factor de la educación ambiental. “Tratamos de aprovechar la degradación visible que sufre el lugar debido al creciente flujo turístico –más de 21.000 visitantes en 2019, según Campo– para hacer reflexionar a los visitantes sobre el impacto que generamos en la naturaleza".
La ruta, gratuita y de una hora de duración, no tiene dificultad técnica (incluso una parte está adaptada a personas en silla de ruedas). Comienza en el aparcamiento del monumento natural y no requiere reserva previa (basta con presentarse allí unos minutos antes), aunque las plazas son limitadas. Se puede consultar la fecha y el horario de las próximas visitas concertadas en la web de Naturea Cantabria.
El País
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