La cuesta que sube a La Alhambra, casi ná. Parte de Plaza Nueva, y en su primer tramo se amontonan, a lado y lado, los talleres artesanales de taracea. Una vez que cruzamos la Puerta de las Granadas, entramos en un escenario de cuento: caminos flanqueados por canales de agua, árboles entre cuyas copas se asoman las torres y puertas de la Alhambra. No es difícil ponerse en los zapatos de Washington Irving cuando, paseando por esta misma cuesta, regalaba cigarrillos a quien tuviese una buena historia que contarle sobre el pasado de este lugar mágico.
(Sonsoles Lozano)
(Sonsoles Lozano)
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