En tiempos llegó a contar con horca y picota, expresión del poder de aquel señorío, pero hoy sólo exhibe como símbolo el imponente castillo, una construcción gótica del siglo XIV que conserva su recinto exterior en buen estado. El interior fue vaciado para alojar el cementerio local. Junto al castillo se alza el templo parroquial de San Pedro y a los pies de sus muros el pueblo se extiende ofreciendo la pintoresca estampa de sus tejados, escalonados en la ladera del cerro.
En el casco urbano, el edificio más llamativo es el palacio de los Baroja, obra de ladrillo y mampostería levantada en el siglo XVI. Junto a él está la ermita de San Blas, con elementos románicos y que, según parece, pudo ser una sinagoga ya que en este barrio estaba la judería.
A las afueras merecen una visita los restos del convento de San Francisco, del siglo XV, completamente arruinados tras la Desamortización.
(Pequeños pueblos medievales)
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