El cuidado caserío de Markinez, que ocupa un remansado valle en la comarca de la montaña alavesa, integra dos antiguas poblaciones, Marquina de Suso y Marquina de Yuso, que aparecían citadas en la Edad Media, en el catálogo de San Millán. A lo largo de la historia perteneció a varias familias pero su gran época de esplendor llegó en el siglo XVIII, en que se convirtió en villa libre y realenga pasando a ser propiedad de sus vecinos.
La llegada al núcleo urbano sorprende al viajero con su cuidadísimo conjunto de casonas de piedra, divididas en dos barrios por el cauce del río Molino, que forma un remanso convertido en piscina fluvial.
En una de las orillas se alza la mayor parte de los palacios y casas solariegas, algunas del siglo XVI y entre las que destacan el edificio del Ayuntamiento y la casa de los Samaniego.
Rocas y cuevas
Sobre los tejados resalta la iglesia de Santa Eulalia, un edificio del siglo XVI, de buena planta, protegida por el espectacular macizo rocoso de Askana. Éste define poderosamente la personalidad del entorno de Markínez, formado por un conjunto de peñascos, barrancos y grutas talladas por el hombre, entre las que destaca la de Santa Leocadia, donde se pueden ver unos bajorrelieves de origen céltico.
Cerca del pueblo, en el paraje de Peña Castillo, destaca la ermita de San Juan, catalogada como uno de los mejores ejemplos del románico alavés.
(Pequeños pueblos medievales)
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