Se trata de un ser enorme y monstruoso de una leyenda procedente de Ahigal, con cuartos traseros de caballo, parte delantera de Jabalí y un enorme único cuerno en la frente. A dicho cuerno conservado en el pueblo se le otorgaban poderes terapéuticos. Según la leyenda, atacaba lo mismo a personas que a ganado del pueblo. Todo lo que trataron de hacer para acabar con él fue infructuoso, ya que su piel era impenetrable. Finalmente la cofradía del Rosario tuvo éxito en su enfrentamiento. Al pretender el escornáu atacar a las mujeres que portaban el estandarte de la Virgen, una fuerza divina lo paralizó al encontrarse frente a él, que, hinchándose como una pelota, reventó. Esta muerte del fiero animal ocurrió a la altura del llamado "Canchu la sangri", que aún, como dicen los informantes, presenta pigmentaciones rojizas que corresponden a la sangre del Escornáu.
El cuerno fue traído hasta Ahigal como recuerdo de aquella tragedia que asoló al pueblo y fue expuesto en la ermita del Cristo.
El asta del escornáu alcanzó categoría de reliquia. Se tomaban raspaduras del cuerno, ya que se suponían sanadoras de la esterilidad femenina principalmente, aunque también se consideraban remediadoras de otros variados males, especialmente de insomnio, estómago, nerviosismo y crecimiento. Incluso los mozos que entraban en quinta guardaban raspaduras en sus bolsillos con el convencimiento de que merced a ese amuleto o talismán lograban números que les libraran del servicio militar.
A finales del siglo XIX un obispo de la diócesis de Coria giró su visita pastoral a Ahigal y observó cómo la gente confiaba más en las virtudes de los polvos del escornáu que en los ruegos al Cristo. Prefiriendo que el pueblo conservara su devoción al crucificado no se le ocurrió otra cosa que la de cortar por lo sano, llevándose el milagroso cuerno. Es precisamente aquí donde se pierde el rastro del asta del fabuloso animal, aunque los ahigaleños siguieron recordando la tradición.
(Wikipedia)
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