Vamos a hacer referencia de una curiosa tradición hallada en una de las copias de los Casos raros de Córdoba.
Hacia los años 1511 ó 1513 vivía en esta ciudad un opulento caballero llamado don Luis Fernández de Córdoba, cuyo apellido por sí solo da una idea de la importancia de su casa. Poseía muchas fincas rústicas y urbanas, contándose en las primeras una heredad de olivar con casa y molino en el Marrubial.
Un día entráronse en ella dos jóvenes, quienes hicieron daño en la arboleda, y sabido por el dueño, fue allá con sus esclavos, haciendo a éstos que prendiesen a aquéllos y sobre la cerca les cortasen las orejas, gritando en alta voz: "Esta es la justicia que manda hacer el señor Luis de Córdoba con estos hombres, por el desacato que han cometido en su heredad", repitiéndose este pregón de vez en cuando y todo alrededor de la finca, por donde fueron paseados.
Los infelices, bañados en sangre, se presentaron al corregidor don Alonso Enríquez, quien, montando en cólera, salió en busca de don Luis; éste volvía para su casa, y viendo que su prisión era segura tomó iglesia en la de San Lorenzo, burlando así el pronto castigo que le aguardaba. Entonces le fueron confiscados sus bienes, que tuvo en administración Luis Fernández de Valenzuela, y una sentencia de muerte fue el fallo de la causa.
La esposa del reo, doña Isabel Gutiérrez de Porras, pasó a Sevilla, y arrojándose a los pies del católico Fernando V le pidió el perdón tan ansiado para su esposo. El rey escuchó su demanda, y por el pronto, sólo le contestó: "Dueña, ¿me rogáis por un hombre tan malo?", a lo que replicó: "Señor, es mi marido y padre de mis hijos". Al fin le fue concedido el perdón y devolución de bienes, con ciertas condiciones a favor de los jóvenes que perdieron las orejas en manos de aquel soberbio caballero.
Cordobapedia
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