viernes, 15 de mayo de 2020

Olivo milenario de Lebeña


Santa María de Lebeña es una interesante iglesia mozárabe que destaca por el atractivo de la torre exenta que en otros tiempos la protegía y, sobre todo, por la intensa belleza del paraje natural en el que está enclavada, rodeada por los picos inmensos de la cordillera cantábrica. Se puede acceder a ella cómodamente en automóvil, ya que está situada en las inmediaciones de la carretera que desde el desfiladero de La Hermida se encamina al Monasterio de Santo Toribio de Liébana. No dude en desviarse unos minutos de su camino para contemplar el bellísimo entorno natural en el que se sitúa esta tan sencilla como bella construcción mozárabe.
Es un lugar donde los tremendos montes que nos rodean nos harán considerar nuestra pequeñez y donde la presencia del Tejo y del Olivo centenarios marcan la frontera de un lugar que no debe pasarnos desapercibido. Y es que Lebeña es todo magia, si bien la historia nos indica que fue fundada por Don Alfonso y a su esposa Doña Justa, condes de Liébana, en el año 925, ya sus inicios fueron misteriosos puesto que cuenta la tradición que los condes de Liébana habían edificado la iglesia con la primigenia intención que albergase los restos de Santo Toribio, pero al intentar descubrir la sepultura, tanto el conde como sus servidores quedaron ciegos, por lo que éste ofreció su cuerpo y los bienes que poseía en Liébana a los monjes del Monasterio de Santo Toribio, a fin de recobrar la vista. Hecho el milagro, el conde Alfonso entregó todas sus posesiones.
Aparte de la bellísima arquitectura mozárabe que la preside, esta joya de La Hermida posee dos elementos característicos de lugares de poder: la presencia de una tradición que atestigua su vieja condición de lugar mágico, santo y druídico; y la presencia de elementos que nos remiten a viejas reminiscencias: la presencia del Tejo, el Olivo, el cementerio en la puerta misma, la presencia de estelas cántabras...Sin embargo, el precioso campanario que se erige pegado a la iglesia no tendrá más de cien años pues es error común creer que tanto iglesia como campanario son de la misma época. El campanario es fruto de la obra del arquitecto Don José Uriarte que se acercó hasta Liébana para dirigir una serie de trabajos de restauración sobre el año 1893 y a petición de los vecinos, que desde antiguo habían venido reclamando un campanario . Es lo que se denomina un campanario exento, del que hay otros ejemplos en Cantabria.
En el magnífico interior de la iglesia, que consta de tres naves, se guardan varias piezas de interés, como la gran «losa de piedra», decorada con símbolos solares y situada en el frontal del altar, o el retablo barroco presidido por una bellísima imagen de la Virgen del templo, talla que, sin embargo, es una reproducción de la original del siglo XV, robada en 1994.
Aun así, lo más llamativo del interior es la perfecta articulación de espacios y volúmenes, en la que intervienen con decisiva importancia las proporciones, los arcos de herradura sobre capiteles corintios, las columnas adosadas y, en especial, los pilares compuestos, elementos característicos del románico que aquí fueron utilizados por primera vez en España.
La iglesia de Santa María de Lebeña es uno de los lugares más visitados de la comarca y cada agosto los habitantes de la localidad se reúnen en ella para celebrar la fiesta de la Virgen.
Un hecho peculiar de esta iglesia es que durante muchos siglos, como mesa de altar, se utilizó un antiguo disco solar de piedra que atestigua la asimilación de los primeros cristianos con los cultos paganos primitivos, los cuales durante años convivieron sin mayor problema; posteriormente se daría la vuelta al disco, cuyo reverso era plano, para olvidarse más tarde su contenido. Pero quizá el mayor de los testimonios como lugar de culto son los dos árboles que desde el exterior saludan a los admirados peregrinos, reminiscencia de un pasado druídico donde se tenía como costumbre reunirse a los pies de arbustos para ellos sagrados, sobre todo robles y tejos. En este caso era uno de estos últimos. Pero no sólo eso sino que vemos también la presencia de un olivo centenario que se cuenta que fue obra del propio conde Alfonso que al consagrar la iglesia frente al tejo vio que su esposa se entristecía mucho, ella era del soleado sur, y cada vez se sentía más solitaria y extraña. Su comprensivo esposo le pregunto el porqué de su tristeza, a lo que la condesa le confesó sus pensamientos. Decidieron entonces plantar frente al milenario árbol un olivo, símbolo de su tierra. Y así, como muestra de amor pervive, asombrando a cada visitante que alza la cabeza para rendirle pleitesía.
Los dos árboles originarios pueden verse aún con sus enormes troncos. El olivo, sin saber el motivo, lo cortaron hace doscientos años, pero de aquel hermoso tronco, que no se secó brotaron dos ramas que crecieron con gran salud, y podemos ver un gran olivo de dos extraordinarias patas.
El tejo es un árbol que también está cargado de mágico simbolismo: tanto según el historiador Plinio como el geógrafo griego Estrabón, los antiguos cántabros utilizaban el veneno extraído del tejo, todas sus partes son tóxicas excepto el fruto, para suicidarse en lugar de rendirse al enemigo. Sin embargo y desgraciadamente, unos recientes temporales `provocaron su rotura, amaneciendo una mañana partido y abatido por las inclemencias meteorológicas.

Olearum

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