Es probable que el término ajabeba, y todas sus variantes como son ajaber, ayabeba, exababa, exabera, xabeba, xabela, etc., provenga del árabe “sababa” (joven, nueva). La aparición de las flautas traveseras en Europa se remonta al siglo XI. Ramón Andrés, en su Diccionario de Instrumentos Musicales, anota que no llega a través de la Península Ibérica, como es el caso del laúd, sino que penetra a través de Bizancio.
En la ajabeba, el sonido se provoca por la incisión del aire en un orificio practicado en el lateral del tubo. Se sitúa cerca del extremo superior del mismo, que se encuentra tapado. Este tubo se coloca paralelamente a los labios del músico y en posición atravesada u oblícua con relación a su cuerpo. Por ello ha recibido el nombre de flauta travesera, o traverso. Es frecuente la utilización de la caña como elemento de construcción, pero también se construyen en madera. La evolución del instrumento ha dado como resultado la flauta travesera de llaves que hoy se toca en la orquesta sinfónica, que se fabrica en diversos metales y entre ellos la plata.
La preciosa representación que figura en las Cantigas de Alfonso X el Sabio establece claramente las proporciones y la posición del instrumento. Pero a la luz de los trabajos realizados por Romà Escalas, del Museo de Instrumentos de Barcelona, y por el constructor Josep Tubau, hoy tenemos datos, como los que se deducen del retablo de Santa María de Pollensa en Mallorca, que invitan a pensar también en un instrumento de posición oblicua con respecto al intérprete, y cuya construcción y técnica de ejecución estaría a medio camino entre las actuales traveseras y los neis orientales. Una técnica de interpretación determinada, combinada con una forma específica del orificio, dotan a este instrumento de una enorme expresividad.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.
De todo un poco. Leyendas, tradiciones e historias curiosas de todas las regiones de España. Unas son verdad y otras no tanto.
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