El Tribunal de las Aguas es la única estructura legislativa que permanece de las establecidas por Jaime I. Los árabes practicaban ya este sistema de riego, que el monarca estableció formalmente, basado en la distribución del agua del Turia.
Lo forman ocho labradores que llevan aún su blusa negra típica de las gentes de la Huerta, los cuales son elegidos democráticamente cada dos años por los restantes regantes de la misma.
Sentados, en círculo, en sendos sillones de madera y cuero del siglo XVII, se les ve investidos de una senda autoridad. La estructura del riego, la participación de los labradores y la rapidez con que se resuelven los problemas, ha proyectado al Tribunal de las Aguas al ámbito internacional, considerándolo una institución modelo.
Sin ribete de folklore, eficaz y esencialmente valenciano, el Tribunal de las Aguas ejerce ante un público curioso en el que no faltan jóvenes universitarios y visitantes extranjeros.
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