Cuando Jaime I el Conquistador se propuso, allá por el siglo XIII, recuperar el territorio que los musulmanes habían arrebatado a los visigodos durante el primer cuarto del siglo VIII, los mahometanos ya se encontraban firmemente establecidos en gran parte de la Península y, como es lógico, no iban a ceder por las buenas ante las exigencias de los invasores cristianos.
Tras la Conquista, las mejores tierras de labranza fueron asignadas a los cristianos y se entregó, a los mudéjares (musulmanes a quienes se permitió cohabitar con los cristianos; también llamados, en la zona valenciana, sarracenos), nuevas tierras para que realizasen sus labores. Muchas de estas tierras se encontraban en lugares abruptos y escarpados, de difícil acceso y con suelos no tan fértiles. Una asombrosa muestra sobre tierras asignadas a los mudéjares la podemos encontrar, actualmente, en el municipio de la Vall de Laguar, el cual se encuentra en el interior de la comarca de la Marina Alta (Alicante) y cuyos núcleos constituyentes son Benimaurell, Fleix, Campell y Fontilles. En el lugar encontramos más de 6000 escalones que, según se cree, habrían sido construidos por los mahometanos, posiblemente durante el periodo mudéjar —aunque son conocidos como «los escalones moriscos de la Vall de Laguar»—, cuyos peldaños salvaban el amplio barranco de l’Infern, así como otros barrancos del entorno, para llegar a los campos agrícolas situados en los extremos opuestos. Una ruta senderista, marcada como PR-CV 147 y llamada «La Catedral del Sendersimo», recorre los citados escalones, cuyo origen se remontaría a quinientos años atrás.
Pero la convivencia entre musulmanes y cristianos tenía los días contados. En el año 1502, los Reyes Católicos dictaron la pragmática de conversión forzosa, según la cual, todos los musulmanes de la corona de Castilla debían elegir entre la expulsión o la conversión al cristianismo.
Carlos I el César decretó lo mismo para la corona de Aragón, en el año 1525. Fue entonces cuando comenzó la convivencia entre cristianos viejos y moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo). Aún no había pasado un siglo cuando, en el año 1609, Felipe III decretó la expulsión definitiva de los moriscos, lo cual se llevó a cabo entre el citado año y 1613.
Carlos I el César decretó lo mismo para la corona de Aragón, en el año 1525. Fue entonces cuando comenzó la convivencia entre cristianos viejos y moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo). Aún no había pasado un siglo cuando, en el año 1609, Felipe III decretó la expulsión definitiva de los moriscos, lo cual se llevó a cabo entre el citado año y 1613.
Multitud de moriscos rebelados, quienes se negaban a abandonar su tierra natal, se hicieron fuertes en diferentes puntos de la Penínusla, aunque fueron derrotados unos tras otros. En los escarpados rincones de la Vall de Laguar se refugiaron los últimos moriscos sublevados del Reino de Valencia, quienes fueron vencidos, finalmente, en noviembre de 1609 en lo alto de la sierra del Cavall Verd. Los que no fueron masacrados fueron conducidos, en barco, a diferentes puntos del norte de África, donde recibieron el trato de extranjeros.
Posteriormente la Vall de Laguar fue repoblada, en el año 1611, con agricultores mallorquines descendientes de antiguos repobladores catalanes. Pero numerosos campos de cultivo quedaron abandonados y la evolución demográfica se vio gravemente afectada, ya que el Reino de Valencia perdió en torno a un tercio de su población. Aquellos hechos marcaron un hito en la Historia y, aunque los moriscos fueron expulsados, en la Península quedaron algunas de sus costumbres, procedimientos constructivos e incluso algunos de sus vocablos, pues, sin ir más lejos, Laguar deriva de al-Agwar, es decir, «las cuevas».
Sendas y Leyendas
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