Si las piedras de Antoñana ejercen un imán para los visitantes, los árboles milenarios de su entorno son la síntesis de una naturaleza prodigiosa y muy bien conservada. Dos espléndidos ríos de montaña, el Sabando y el Berrón, hacen de formidables fosos a la villa fortificada y tres montes que rozan los mil metros (Hornillos, San Cristóbal y Soila) ejercen de titánicos guardianes.
Hacia los tres se dirigen senderos de aproximación que pueden acabar en divertidas excursiones ya sea en el encinar que conduce al Hornillos o el bosque mixto de San Cristóbal. Pero si hay una excursión que se puede recomendar porque en media hora se cubre el objetivo es la 'senda del hagin' (tejo, en euskara). El camino comienza cerca del aparcamiento del nuevo centro de interpretación y se interna en el parque natural de Izki. Quejigos, castaños, robles, hayas, acebos, boj, avellanos, encinas, espino albar, fresnos... se van relevando a los ojos del visitante, mientras se acerca al gran coloso, en medio del pedregal, un tejo de impresionantes dimensiones, 5,10 de perímetro, declarado árbol singular. A su lado, yace lo que queda de un enorme tilo milenario, también singular.
Sólo las vistas valdrían la pena. Otro sendero es el que conduce a las cascadas de Aguaque, un rincón especial del río Sabando para adentrarse en la naturaleza pero muy cerca del pueblo y señalizada. Es visita obligada. Siguiendo esta carretera se encuentra la cascada del molino de Oteo, más grande que Aguaque, y el centro hípico de Antoñana donde se puede montar a caballo y realizar deliciosos paseos.
Hacia los tres se dirigen senderos de aproximación que pueden acabar en divertidas excursiones ya sea en el encinar que conduce al Hornillos o el bosque mixto de San Cristóbal. Pero si hay una excursión que se puede recomendar porque en media hora se cubre el objetivo es la 'senda del hagin' (tejo, en euskara). El camino comienza cerca del aparcamiento del nuevo centro de interpretación y se interna en el parque natural de Izki. Quejigos, castaños, robles, hayas, acebos, boj, avellanos, encinas, espino albar, fresnos... se van relevando a los ojos del visitante, mientras se acerca al gran coloso, en medio del pedregal, un tejo de impresionantes dimensiones, 5,10 de perímetro, declarado árbol singular. A su lado, yace lo que queda de un enorme tilo milenario, también singular.
Sólo las vistas valdrían la pena. Otro sendero es el que conduce a las cascadas de Aguaque, un rincón especial del río Sabando para adentrarse en la naturaleza pero muy cerca del pueblo y señalizada. Es visita obligada. Siguiendo esta carretera se encuentra la cascada del molino de Oteo, más grande que Aguaque, y el centro hípico de Antoñana donde se puede montar a caballo y realizar deliciosos paseos.
(Cascadas de Euskadi y alrededores)
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